Los líderes de los países de la OTAN y Rusia firmaron ayer la Declaración de Roma, que abre un nueva era en la política internacional, al crear un organismo conjunto de coordinación para la toma de decisiones en materia de defensa.
En una solemne ceremonia, los jefes de Estado o de Gobierno de los 19 países miembros de la Alianza Atlántica y el de Rusia, Vladimir Putin, estamparon su firma sobre un documento considerado ya histórico.
Rusia se sentará en adelante, con voz y voto, pero sin derecho de veto, junto a sus viejos enemigos de la Guerra Fría, que ayer enterró sus últimos vestigios en la base militar italiana de Pratica di Mare, situada a 30 kilómetros al sur de Roma.
La Federación Rusa, representada por el presidente Putin, ocupó ya su lugar en la mesa redonda del "Consejo de los veinte", entre Portugal y España, siguiendo el orden alfabético en inglés.
El acuerdo suscrito ayer y perfilado hace 15 días en Reikiavik tiene como prioridad la lucha contra el terrorismo internacional, tras la amenaza surgida de los atentado del 11 de septiembre, que han contribuido a acelerar su firma.
Otros cometidos fijados en la Declaración de Roma se refieren a la no proliferación de armas de destrucción masiva, el control de armamento, la gestión de las crisis regionales, las misiones de paz y los planes civiles de emergencia. Bush calificó el pacto de "hito histórico, que ha permitido superar 50 años de guerra fría".
Con similares palabras lo saludó Vladimir Putin, que definió la reunión como "un punto de partida decisivo hacia la seguridad y la paz indivisible".
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