La polémica fue más fuerte en Francia, donde el clero y los laicos están haciendo sonar las campanas de alarma contra la recuperación de la vieja liturgia.
Los líderes eclesiásticos de Bélgica y Alemania también se han quejado, diciendo que la demanda para la vieja misa tridentina en latín era mínima y advirtiendo que los tradicionalistas podrían usarla como una brecha para filtrar asuntos más decisivas en la Iglesia Católica.
“El rito (en latín) solo es la locomotora, el asunto son los vagones que son arrastrados detrás”, dijo el cardenal de Bruselas, Godfried Danneels, la semana pasada.
Riesgo. Estas idas y venidas sugieren que Benedicto XVI tal vez aliene a muchos católicos de corriente central si opta por un acuerdo que sane una escisión de 18 años con la Sociedad de San Pío X, un grupo con sede en Suiza que rechaza el histórico Concilio Vaticano II (1962-1965).
“Nos arriesgamos a crear un frente de tristeza, desánimo y desilusión para con la Santa Sede”, dice el arzobispo de Toulouse Robert Le Gall, usando el nombre oficial del Vaticano. “La liturgia es solo la punta del iceberg”, dijo.
La misa tridentina es considerada un símbolo del rechazo de reformas modernistas como la mayor participación de los fieles, el respeto por el judaísmo y una cooperación con los protestantes.
La mayoría de los 1.100 millones de católicos romanos concurren a las misas dominicales o diarias en su propio idioma más que en latín, idioma postergado por el Concilio Vaticano II.