Para ser Papa, en la teoría, solo hay dos requisitos, según la Iglesia Católica: ser hombre y estar bautizado. Además, la persona debe estar de acuerdo con su nombramiento durante el cónclave.
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Sin embargo, en la práctica solo dos veces se ha dado que un laico (es decir, un “no sacerdote”) tome este puesto. La primera ocurrió en el año 236, cuando se eligió al decimonoveno sucesor del apóstol Pedro. Su nombre, cuenta la tradición, era Fabián.
La segunda se dio en 1271, luego de dos años con nueve meses de deliberaciones, en el cónclave más largo de la historia, cuando se nombró al papa Gregorio X. Su nombre era Teobaldo Visconti, un italiano que no había sido ordenado sacerdote pero que había conocido y trabajado con muchos cardenales franceses en diferentes cargos y era conocido en las altas jerarquías de la Iglesia.
Si quien resultara electo no es obispo se le deberá hacer su consagración como tal, dado que el Papa es en sí mismo el obispo de Roma.
Normalmente, para ser nombrado obispo se requiere tener al menos cinco años como presbítero, tener 35 años o más y conocimientos en teología, derecho canónico o sagradas escrituras. No obstante, este tipo de requisitos podrían discutirse en caso de que el colegio cardenalicio elija a un laico como papa.
Aunque tampoco hay límites de edad, todos los Papas de los últimos siglos han estado en un margen de 20 años: entre los 58 años de Juan Pablo II y los 78 de Benedicto XVI.

