Los ucranianos recordarán hoy, jueves, el 15º aniversario de la explosión de la central de Chernobyl, que cesó definitivamente su actividad en diciembre, pero que continúa siendo una poderosa amenaza nuclear.
El presidente ucranio Leonid Kutchma viajará a la central donde ocurrió la tragedia para asistir a un acto frente al monumento dedicado a las víctimas del más grave accidente atómico de la historia.
Según fuentes ucranianas, unas 15.000 personas habrían muerto a causa de enfermedades de origen nuclear, pero el balance es objeto de controversias. Las autoridades solo admiten 30 víctimas directas.
A la misma hora en que se produjo la tragedia, se celebrarán misas nocturnas en Kiev y en Slavutitch, poblado habitado mayoritariamente por exempleados de la central y sus familias.
El 26 de abril de 1986 dos explosiones hicieron volar el cuarto reactor de Chernobyl.
Durante más de 10 horas ardió el núcleo del reactor lanzando a la atmósfera nucleidos de una intensidad equivalente a 400 bombas de Hiroshima, esparcidos por tres cuartas partes de Europa.
Las autoridades de Kiev cerraron definitivamente el 15 de diciembre del 2000 el reactor 3 de Chernobyl, el último que funcionaba de los cuatro originarios de la central, tras una ayuda internacional de $2.300 millones.
Esta cifra servirá para construir dos nuevos reactores que reemplazarán la producción de la central dañada e incrementar la seguridad de otras cuatro instalaciones nucleares del país (Rivne, Jmelnitsky, Pivdenno Ukrainska y Zaporijia).
Peligro latente
Pese a las medidas de seguridad, muchos estiman que Chernobyl continuará siendo una amenaza nuclear por décadas.
El problema más importante es el deterioro de la capa protectora de cemento, llamada sarcófago, que fue colocada en 1986 sobre los restos del cuarto reactor. La construcción de este (en solo seis meses), así como la "limpieza" de las instalaciones, fue realizada bajo condiciones de alto riesgo por entre 400.000 y 600.000 trabajadores.
El "sarcófago" amenaza en la actualidad con derrumbarse y exponer un magma radiactivo de unas 160 toneladas.
"Es imposible realizar un diagnóstico preciso sobre su solidez", indicó en su último informe el Instituto de Estado francés de Protección y Seguridad Nuclear.
Nadie sabe con certeza que es lo que pasa debajo de las gruesas paredes de concreto y acero que guardan el fatídico reactor número 4, pero los signos de deterioro son evidentes.
Algunos trabajos de reforzamiento, especialmente en el techo, se han realizado, no obstante, alrededor de medio centenar de países reunidos en julio de 2000 en Berlín acordaron entregar $320 millones para financiar los trabajos de refuerzo.
Estos fondos se suman a los $395 millones ya reunidos con harta dificultad desde 1997 para esta tarea, cuyo costo ha sido estimado en $758 millones.
Según la OIEA con esos fondos se piensa construir un escudo más fuerte, y permanente , cuya construcción podría tomar de ocho a nueve años.