México D. F. Reuters y AP. El conservador Felipe Calderón asumió ayer ante el Congreso como presidente de un México dividido, en una tensa y breve ceremonia, con gritos de apoyo de sus diputados y una rechifla de los izquierdistas, quienes aseguran que ganó las elecciones con fraude.
La ceremonia fue precedida por una gresca entre diputados de una y otra fuerza, quienes se dieron golpes y lanzaron sillas, en tanto el perdedor de las elecciones de julio, el izquierdista Andrés López Obrador, marchó con miles de sus seguidores en rechazo a la asunción de Calderón.
En medio de un visible nerviosismo, el nuevo mandatario prestó juramento, se colocó él mismo la banda presidencial y tras entonar el himno nacional partió junto al mandatario saliente, Vicente Fox, por una puerta ubicada detrás de la tribuna del recinto parlamentario.
El acto duró solo cuatro minutos en medio de gritos, con los puños en alto, de “Va a caer, va a caer, Felipe va a caer” de legisladores del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), segunda fuerza del Congreso.
Al mismo tiempo, diputados y senadores del derechista Partido Acción Nacional (PAN), de Calderón, gritaban “Sí se pudo”, todo frente a la mirada incluso divertida de invitados especiales como el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, y el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.
Dividido. Más tarde, el Presidente dirigió un mensaje al país desde el Auditorio Nacional, en el que llamó al diálogo y dijo estar consciente de “la seriedad del distanciamiento” político.
“El diálogo no puede esperar. Dialogaré con quien esté dispuesto a dialogar y construiré con quien quiera construir, pero siempre sabré gobernar para todos”, dijo Calderón, que fue ovacionado por panistas ante la mirada de su esposa, en primera fila con sus tres hijos pequeños.
México quedó dividido después de los reñidos comicios de julio, en los que Calderón venció por una diferencia de medio punto porcentual y solo fue apoyado por un tercio del país.
El mandatario dijo que su prioridad será atacar la inseguridad, el desempleo y la pobreza, que son percibidos por los mexicanos como sus principales problemas y donde Fox hizo ambiciosas promesas pero no logró avances notorios.
Calderón aseguró que concretará su promesa de convertirse en el “presidente del empleo” ayudando a impulsar a las pequeñas y medianas empresas en un país donde más de la mitad de la población vive en la pobreza.
El mandatario dijo que buscará reformas para reorientar el gasto público y de austeridad, que reduzca sueldos de los servidores públicos comenzando por el suyo.
Además, Calderón enfrentará un México con un alto índice de secuestros y una ola la violencia del narcotráfico, que cobró cerca de 8.000 vidas en el mandato de Fox.
Calderón ya había recibido la presidencia de manos de Fox a la medianoche, en una rara ceremonia en la residencia presidencial.