
Recientemente el presidente del Banco Central, Francisco de Paula Gutiérrez, mencionó en tres presentaciones la dificultad de hacer política monetaria eficiente ante la presencia de lo que se denomina "la trinidad imposible".
El término trinidad imposible se utiliza para describir la situación de un país que desea alcanzar tres objetivos al mismo tiempo: estabilidad del tipo de cambio, integración financiera con el resto del mundo e independencia monetaria. Un país sólo puede alcanzar dos de esos objetivos a la vez.
En Costa Rica hemos optado por un régimen de deslizamiento para garantizar la estabilidad del tipo de cambio. En este esquema, el Banco Central se compromete con los intermediarios financieros a comprarles o venderles al final del día el superávit o el déficit de las transacciones de divisas con el público. Si bien ha sido posible eliminar la volatilidad del tipo de cambio, esto implica que la oferta monetaria la determina, básicamente, el resultado de nuestras transacciones con el mundo.
Además, se ha considerado deseable una adecuada integración financiera con el resto del planeta mediante la apertura de nuestra cuenta de capitales. Esto significa que los inversionistas extranjeros pueden ingresar sus recursos al país y repatriar los intereses de ese capital sin ninguna restricción. Igual sucede si los costarricenses desean invertir en el exterior.
Finalmente, el Banco Central ha preferido realizar el control de la liquidez en forma indirecta y no directamente, como se hacía antes de los años ochenta. En esa línea, ha promovido el uso de la tasa de interés como principal instrumento de la política monetaria.
En estas circunstancias, cuando el Banco Central requiere aplicar una política monetaria restrictiva con el propósito de contener o evitar presiones inflacionarias, aumenta su tasa de interés de política, lo que genera un alza en las tasas de interés de otros actores en el mercado financiero, especialmente el Gobierno y los bancos. Las mayores tasas de interés domésticas abren el apetito de los inversionistas extranjeros, quienes ingresan sus recursos al país atraídos por la oportunidad de aumentar el rendimiento de sus capitales. Ante un régimen cambiario como el actual, en el que la variación en el tipo de cambio es previsible, el atractivo para ingresar capitales del exterior es aún más fuerte.
Dado el sistema cambiario de nuestro país, la afluencia de capitales aumenta la liquidez de la economía, lo que echa por la borda el esfuerzo del Banco para reducirla.
La única solución para salir de la trinidad imposible es la flexibilización del régimen cambiario, dado que el país no podría cerrar nuevamente su cuenta de capitales ni el Banco Central abandonar su principal instrumento de política.