Por Natalia Martín Cantero
San Francisco (EEUU), 1 may (EFE).- Un nuevo documental sobre Enron, la empresa que protagonizó uno de los mayores escándalos corporativos en la historia de EEUU, ahonda en la cara oscura del sueño americano, dijo el director de la cinta, Alex Gibney.
A Gibney se le compara estos días con Michael Moore, el galardonado director de "Fahrenheit 9/11", lo cual no le molesta, aunque advierte que su estilo es muy diferente.
Comedido y riguroso, Gibney está muy lejos de ser un "hombre espectáculo" como el otro cineasta, pero esto no impide que su nueva película sobre la compañía energética Enron dé igualmente que hablar y se convierta en el bombazo de la temporada.
No es para menos.
El filme narra el colapso de la compañía de Texas a manos de sus directivos, que aparecen retratados como personajes sin una pizca de escrúpulos y con una avaricia sin límites.
Al frente de este moderno Titanic, que se hundió llevándose por delante los trabajos y ahorros de miles de empleados, está Kenneth Lay, "el emperador desnudo" en el filme,
Lay no duda en apropiarse de la tragedia del 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York para decir, en una reunión con trabajadores poco antes del colapso de la empresa que, al igual que EEUU, "también Enron sufre un ataque".
El filme es entretenido y fácil de digerir, a la par que informativo, porque por detrás de la complicada ingeniería financiera y los trucos imposibles que en última instancia se derrumbaron como un castillo de naipes, siempre está como telón de fondo el drama humano, la avaricia.
Basado en el libro "The Smartest Guys in the Room" (algo así como "Los tipos más listos del lugar"), escrito por los periodistas de la revista "Fortune", que tiraron la primera piedra en el caso, el documental comienza con el suicidio, a comienzos de 2002, del ejecutivo Cliff Baxter.
"Quise reflejar el proceso de la corrupción en incremento, la corrosión gradual de Enron", dijo a EFE Gibney, quien acudió a San Francisco (California) para presentar la película en el Festival Internacional de Cine que se celebra allí hasta el próximo jueves.
Gibney señala que "en los momentos más oscuros tuve que reírme, si no, no podría aguantar algo así", y confía en que el documental sirva para que el público se informe sobre un escándalo de inmensas repercusiones que, en su opinión, apenas si salió en la televisión.
Unas dimensiones que llegaron hasta la crisis energética de California que la empresa contribuyó a provocar y que, en última instancia, le costó el puesto al entonces gobernador del estado, Gray Davis, que fue reemplazado por Arnold Schwarzenegger, ganador de unas elecciones especiales.
En un momento en el que la "burbuja" de la Internet crecía sin parar, el caso Enron -la séptima mayor compañía de EEUU antes del batacazo- es sintomático de un problema mucho mayor, señala Gibney.
"Enron sucedió cuando había muchas compañías que no producían nada, pero sus acciones seguían subiendo, bajo la creencia irracional de que en algún momento se producirían las ganancias", señala.
El filme está estructurado en torno a los principales ejecutivos.
El presidente Jeff Skilling, quien abandonó el barco tan pronto como le llegó el olor a naufragio, fabrica tramas con las que obtiene ganancias ficticias y se deja llevar por la ira cuando un analista le pregunta por las verdaderas cuentas de la empresa.
A su lado está Andrew Fastow, el ex director financiero que se embolsó millones de dólares a partir de supuestos acuerdos con empresas inexistentes.
Otros personajes aparecen sólo de refilón, pero su participación en la trama es escalofriante: en el proceso, indica el filme, estuvo implicada la familia Bush -Enron fue uno de los principales donantes para la campaña del actual presidente-, y abundan las fotografías y vídeos en los que los Bush hacen gala de su amistad con Lay.
Así las cosas, la cuestión es todavía peor de lo que refleja el documental, señala Gibney: "Hay mucha más corrupción, pero sólo disponía de dos horas". EFE
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