
Washington. AFP. Los pacientes que reciben una transfusión de sangre artificial podrían tener un riesgo de muerte hasta de un 30% superior a quienes reciben una transfusión de sangre natural.
Así lo reveló esta semana un análisis publicado en la última edición de Internet del Journal of the American Medical Association (JAMA).
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron los resultados de 16 estudios clínicos sobre cinco productos diferentes –utilizados como sangre artificial– que se emplearon en 3.711 pacientes.
Los resultados de estos estudios clínicos –los primeros completados en 1996– muestran que en total 164 pacientes tratados con sangre artificial murieron, contra 123 personas que recibieron transfusiones de sangre natural, destacó este análisis.
Las hemoglobinas artificiales provocaron un incremento de 30% del riesgo de mortalidad y produjeron 59 crisis cardíacas fatales. Mientras, en los casos de transfusión de sangre natural solo se produjeron 16 crisis cardíacas.
Estos estudios clínicos despertaron interrogantes sobre la inocuidad de estos productos y no demostraron tampoco beneficios clínicos ofrecidos por las casas productoras, enfatizó el doctor Charles Natanson, de los Institutos Nacionales Estadounidenses de la Salud (NIH), principal autor de estos trabajos.
Según Natanson, de la Agencia Estadounidense de Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés), se habrían evitado una gran parte de estos decesos si hace ocho años se hubieran frenado estos estudios clínicos.
Para ello se debió haber realizado un análisis de la mortalidad acumulada, poniendo así en evidencia el riesgo elevado presentado por estas distintas sangres artificiales, subrayó el científico.
El asunto es que los resultados de los estudios clínicos brindados por los laboratorios farmacéuticos de la FDA no son divulgados por este organismo mientras el producto no reciba la luz verde de comercialización de la agencia.
Pese a esta mortalidad, al menos una de esas hemoglobinas artificiales obtuvo, fuera de Estados Unidos, la luz verde para ser comercializada en el mercado, mientras continúan cinco nuevos estudios clínicos en ocho países.
La hemoglobina artificial, almacenable sin refrigeración, compatible con todos los grupos sanguíneos y que no presenta riesgos de contaminación, podría permitir, potencialmente, salvar la vida de víctimas de accidentes en regiones rurales aisladas o en zonas de combate.
Si bien la hemoglobina artificial no es exactamente igual a la sangre humana, cumple con el indispensable objetivo de transportar oxígeno a los tejidos. Además, la artificial puede almacenarse por dos años, mientras que la natural solo aguanta 42 días.