
Una oveja domesticada que vivió hace aproximadamente 4.000 años en Arkaim, en los Montes Urales del Sur, cerca de la frontera con Kazajistán, abrió una nueva ruta para explicar cómo la peste circuló por la Eurasia durante la Edad del Bronce. Investigadores detectaron material genético de Yersinia pestis en un hueso del animal. El hallazgo, divulgado en la revista Cell, aportó una pista inédita sobre la presencia del patógeno miles de años antes de la peste medieval.
La peste del siglo XIV redujo la población europea en casi un tercio. Esa variante se transmitía por pulgas que infestaban roedores. La linaje más antiguo de la bacteria, con una antigüedad aproximada de 5.000 años, circuló durante dos milenios y desapareció después. Esa cepa no dependía de pulgas. Ese rasgo generó dudas profundas sobre la forma en que se expandió por territorios tan extensos.
El equipo analizó ADN conservado en huesos y dientes de animales domésticos. La detección en una oveja se convirtió en la primera evidencia de infección por Y. pestis en un hospedero no humano de la Edad del Bronce. Los autores señalaron que restos animales rara vez presentan un nivel de preservación suficiente. Indicaron que el ADN antiguo suele encontrarse fragmentado. Esto volvió más lento el proceso técnico para identificar el patógeno.
Los investigadores comentaron que el análisis de ADN de ganado antiguo tiende a mostrar mezclas complejas de material genético. Añadieron que esa dificultad también abre una oportunidad para buscar patógenos que afectaron rebaños y a quienes los manejaban.
Una transmisión más amplia de lo previsto
Hasta ahora la peste de la Edad del Bronce se conocía, casi por completo, a partir de restos humanos separados por miles de kilómetros. La detección en una oveja amplió el panorama. El hallazgo sugirió que animales domésticos pudieron influir en la persistencia y difusión de la bacteria.
El equipo trabaja con la hipótesis de una dinámica que integró humanos, rebaños y un reservorio natural aún no identificado. Ese reservorio podría incluir roedores de estepas eurasiáticas o aves migratorias, capaces de portar la bacteria sin desarrollar la enfermedad. La oveja analizada se relacionó con la cultura Sintashta, reconocida por grandes rebaños, armas de bronce y dominio temprano de la equitación. Mayor movilidad y contacto estrecho con animales pudieron facilitar la expansión de la bacteria por vastas rutas de la región.
Los autores evaluaron que la peste antigua pudo difundirse por una combinación de desplazamientos frecuentes, interacción entre poblaciones y convivencia intensa con animales domésticos, sin necesidad de pulgas como vector principal.
Próximos pasos del estudio
El equipo continuará excavaciones en los Montes Urales. Buscan más restos animales y humanos con rastros del patógeno. La meta consistirá en reconstruir con mayor precisión las rutas de circulación de la enfermedad e identificar un reservorio natural.
Los investigadores indicaron que estudios de este tipo permiten comprender cómo nuevas enfermedades emergen en contextos de cambio ambiental y expansión de actividades humanas. Señalaron la importancia de analizar con cuidado la relación entre sociedades antiguas, sus animales de cría y los patógenos que circulaban en esos entornos.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
