
Durante el Cretácico Inferior, hace 110 millones de años, un dinosaurio carnívoro expulsó restos de su presa en lo que hoy es el noreste de Brasil. Lo que parecía un simple vómito terminó enterrado por sedimentos finos y, con el paso del tiempo, se transformó en una cápsula fosilizada. Este material preservado contiene pistas únicas sobre un ecosistema perdido.
El descubrimiento ocurrió en la Cuenca de Araripe, región compartida por los estados de Ceará, Pernambuco y Piauí en Brasil. Durante una excavación en el Grupo Santana, paleontólogos brasileños encontraron un regurgitalito —nombre técnico del vómito fosilizado—. El contenido reveló un hallazgo sin precedentes: restos de dos pterosaurios de una especie completamente desconocida, la cual fue nombrada Bakiribu waridza.
Una especie con dientes filtradores
El nombre Bakiribu waridza proviene de la lengua indígena Kariri y significa “boca de peine”, en alusión a su dentadura. Esta especie poseía dientes largos, delgados y numerosos, organizados como cerdas que se alineaban en mandíbulas extendidas. Esta característica sugiere que el animal se alimentaba filtrando pequeños crustáceos y organismos acuáticos, de manera similar a los flamencos actuales.
El nuevo pterosaurio pertenece a la familia Ctenochasmatidae, conocida por sus adaptaciones especializadas para la alimentación. Se trata del primer pterosaurio filtrador identificado en Brasil y el primero en ambientes tropicales.
Un vínculo evolutivo entre continentes
Análisis morfológicos e histológicos permitieron reconstruir con detalle la estructura dental del B. waridza, al encontrar dentina y cavidades pulpares bien conservadas. Los investigadores lo clasificaron como un taxón hermano del Pterodaustro sp., un pterosaurio hallado en Argentina. Su posición taxonómica sugiere una relación intermedia entre especies de Europa y Sudamérica.
El hallazgo llena un vacío evolutivo importante y aporta evidencia sobre la dispersión biogeográfica de los pterosaurios entre los antiguos continentes de Gondwana y Laurasia.
Presas y depredadores del pasado
El fósil proviene de la Formación Romualdo, una de las capas más ricas en fósiles del Grupo Santana. Esta formación ya ha permitido reconstruir ecosistemas con peces, reptiles, insectos y plantas del Cretácico.
Según el equipo de investigación, los dos ejemplares de B. waridza fueron consumidos por un espinossaurio, un dinosaurio carnívoro con mandíbulas alargadas y dientes similares a los de un cocodrilo. Poco después, fueron regurgitados, posiblemente porque el depredador no pudo digerir los huesos del todo.
Este escenario refuerza hallazgos anteriores en la región, donde otro pterosaurio apareció con un diente de espinosaurio incrustado en el cuello.
Un vistazo directo a la ecología del Cretácico
El hallazgo ofrece una visión directa sobre las interacciones entre especies que vivieron hace millones de años. A diferencia de otros fósiles que solo revelan qué especies existieron, este regurgitalito muestra quién devoró a quién.
La existencia de un pterosaurio filtrador en ambientes tropicales también amplía el conocimiento sobre la diversidad y especialización ecológica de estos reptiles voladores. Hasta ahora, especies similares solo se conocían en zonas templadas.
Gracias a una coincidencia geológica y al estómago de un depredador, el Bakiribu waridza logró escapar del olvido, conservando un fragmento de su historia en un antiguo vómito convertido en piedra.
LEA MÁS: Hallan reptil con apariencia de dinosaurio y que era ancestro de los cocodrilos en Latinoamérica
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
