Marianela Gamboa, psicóloga
Aunque no lo parezca, existe una gran diferencia entre una persona que habla de “ser gorda” y otra que habla de “estar gorda”.
Mientras que “estar” con sobrepeso significa algo más accesible de cambiar, el “ser” nos convoca a algo mucho más profundo.
Y es así como nos enfrentamos, no solo con un porcentaje de grasa que daña al cuerpo, sino con toda una historia de una persona que fue marcada por una relación dañina con la comida (comer sin hambre, por ejemplo); por una imagen de gordura que ha tenido en su vida y que le habrá generado diversos sentimientos, como inconformidad, además de formas particulares de socializar y vincularse con su familia… Es decir, a la constitución de su “ser”.
Es vital no pretender resolver un “ser gorda” como si fuera un “estar gorda”. Alguien que solo dice “estar”, se permite pensar que puede cambiar su peso, mientras que el primero nos habla de un anclaje en su vida que requiere más allá que limitarse a comer saludable y ejercitarse.
Un estudio publicado por International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity determinó que mejorar la imagen psíquica que se tiene del cuerpo puede mejorar la autorregulación de la comida en un proceso de perder peso, sugiriendo que los tratamientos deberían trabajar la imagen del cuerpo como una variable crucial para despedirse de unos kilos.
Son muchos los que han experimentado que existe una necesidad de tratar el problema desde ambos abordajes; muchas veces aunque las personas adelgazan, para ellas siguen “siendo gordas”.
Algunas características de esto es que el afectado baja su peso corporal, pero no así disminuye su angustia por el tema del peso.
Es así como mucha gente elige muy buenos y saludables planes de alimentación y de ejercicio, bajan su peso exitosamente, pero, por desconocer que aún les queda reducir su peso psíquico, este inevitablemente les hace recaer y se vuelven a engordar.
Aunque hoy día se haga mucha más referencia al cuerpo físico como el objetivo por corregir, el sobrepeso y la obesidad están insistiendo en quedarse y parece que, hasta que no sea escuchado el “ser”, no cambiará el “estar”.