Delgados por fuera, obesos por dentro. No, no es una adivinanza; es la descripción más clara para definir a un gordiflaco .
En tiempos en los que las dietas de celebridades abundan en Internet y la obesidad se mercadea como la gran epidemia del siglo XXI –según la Organización Mundial de la Salud, habrá 2.300 millones personas con sobrepeso este año–, la delgadez moderada ha dejado de ser sinónimo inequívoco de salud.
Los tofi ( Thin outside, fat inside ; delgados por fuera, gordos por dentro) son el nuevo foco de atención de médicos, nutricionistas y entrenadores.
El término fue acuñado por Jimmy Bell, del Imperial College de Londres, tras analizar a 800 personas con máquinas de resonancia magnética y crear mapas de cumulación de grasa. De las mujeres, el 45% registró un índice de masa corporal (IMC) normal, pero con niveles excesivos de grasa interna. En los hombres, fue un 60%.
Más recientemente, Steve Blair, de la Universidad de Carolina del Sur, apoyó la teoría al afirmar que una persona con sobrepeso podría tener menor riesgo cardiovascular o de padecer cáncer que alguien delgado.
“Las personas de fisionomías más generosas tienen donde albergar el excedente, pero en el caso de las anatomías más escuetas, va a parar a los órganos o arterias”, dijo.
Por citar un ejemplo, un estudio hizo pasar a un grupo de luchadores de sumo a través de un escáner y logró determinar que, aunque en promedio tienen un IMC de 56 (por encima de 30 se considera obesidad) e ingieren una dieta de 5.000 calorías diarias, tienen muy poca grasa interna. “Toda su grasa está almacenada bajo la piel”, dice Bell.
“Los tofi deben preocuparse más por su salud que otras personas, porque sus depósitos de grasa están escondidos en la grasa blanca que envuelve los órganos vitales, infiltrada en los músculos subutilizados y alrededor del corazón. Esta grasa envía señales químicas que conducen a resistencia a la insulina, diabetes y afecciones cardíacas, en mayor medida que la grasa que está bajo la piel”, señala un artículo del diario The Guardian .
El médico del deporte Álvaro Barrenechea no emplea el término gordiflaco , pero explica que, de acuerdo con la Paradoja de la Obesidad, no toda persona obesa tiene niveles elevados de triglicéridos, colesterol y grasa visceral.
También funciona a la inversa: verse fit no implica estar libre de estas condiciones. “Hay muchas personas delgadas con alto riesgo cardiovascular”, agrega.
Barrenechea asegura que la medición del IMC ya no se utiliza en el ámbito deportivo y, en su consulta, tampoco guía a sus pacientes mediante el porcentaje de grasa.
“Trato de convencer a la persona de que esa no es su meta. El ejercicio podría bajarle porcentaje de grasa pero no mejorarle su salud”.
“A diario veo pacientes así; yo les digo gordos por dentro. A pesar de que ingieren la cantidad de calorías correctas, no son las calorías más adecuadas”, afirma el nutricionista Mauricio Quesada, en referencia a comidas rápidas, procesadas y golosinas.
Según dice, algunos aditivos de este tipo de alimentos provocan producción excesiva de grasa interna.
Cansancio, dolor de articulaciones, ronquidos y dificultad para respirar son algunos indicativos de niveles elevados de grasa visceral, pero que también pueden atribuirse a otros problemas de salud. Por eso, según Quesada, es complicado determinar esta complicación.
Uno de los métodos más eficaces para medir los niveles de grasa reales del cuerpo es someterse a un escaneo corporal de alta tecnología, capaz de dividir el peso total en musculatura, huesos, agua y grasa.
“La gente debería dejar de medir su éxito por el peso. Nunca un médico va a poner en un acta de defunción que murió por obeso, pero las complicaciones de la obesidad sí son de mucha preocupación”, destaca Barrenechea.