La calma del Banco de Leche Humana del Hospital de San Ramón se interrumpió el martes pasado con una llamada. “Dice el doctor Moya que requiere urgentemente leche para un bebé que está deshidratado y al que debe estabilizar”, comunicó Milagro Barboza, coordinadora del banco, a una compañera de labores.
Así empezó una carrera para descongelar la leche ya pasteurizada y llevarla a su destino: Matías Castro, de cinco días. Su madre no producía suficiente leche y él estaba deshidratado; su peso había bajado un 12%.
“No me sale mucha leche, pero este banco es una bendición; con la lechita que van a traerle ya se estabilizará”, comentó Irma Jiménez, madre de Matías.
Este bebé no es el único beneficiado del Banco de Leche Humana del Hospital de San Ramón . Han transcurrido menos de dos meses desde la primera donación el 7 de junio pasado, pero ya cinco niños deshidratados o de bajo peso lo han necesitado.
“La leche materna protege a los niños de enfermedades y es mucho mejor alimento que la fórmula. Gracias al banco pudimos atender hasta a un niño que había perdido un 30% de su peso por deshidratación, uno de los problemas más graves que hemos visto”, explicó Robert Moya, coordinador del proyecto de bancos de leche humana en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
El niño que perdió un 30% de su peso es Sebastián Bonilla. El 27 de julio, cuando tenía tres semanas de nacido, sufrió una deshidratación grave, y su mejor remedio debía ser la leche materna.
“Yo tengo pezón plano y el bebé tenía un problemita en su lengua que le impedía succionar, por lo que no se estaba alimentando bien. Tenía muy bajo peso. En el Hospital de San Ramón lo internaron de emergencia y le dieron leche de la que tenía más grasa para que se repusiera. Estuvo tres días internado y ya está de lo más bien”, señaló Marta Pérez, madre de Sebastián.
Posteriormente pasan a un cuarto estéril donde hay máquinas especiales que succionan la leche. Esta cantidad puede variar entre los 45 ml y los 250 ml. La leche se congela a -20° C.
Una vez a la semana se saca la leche y se revisa su grado de acidez y grasa. Posteriormente, se pasteuriza para evitar la llegada de bacterias que puedan contaminarla. Así se garantiza que los niños recibirán una leche de calidad que les permitirá recuperar la salud.
“No hay límite de cantidad o frecuencia de donación. Hay mujeres que vienen tres o cuatro veces por semana. Es un alivio para ellas; su leche no se desperdicia y le llega a quienes más la necesitan. Ya tenemos 26 donadoras”, dijo Barboza.
Una de ellas es María Cristina Anchía: “Al principio no podía producir mucha leche y nos tuvieron internadas a mí y a mi bebé. Aquí me enseñaron a amamantar y ahora produzco mucha leche. Donar es mi forma de agradecer”, afirmó.