
El hallazgo de dos bacterias en el organismo de bebés cuyo fallecimiento no tuvo explicación médica, arroja una pista sobre la temida muerte súbita en lactantes.
Se trata de las bacterias Staphylococcus aureus ( S. aureus ) y Escherichia coli ( E. coli ), asociadas con una gran variedad de enfermedades que pueden poner en peligro la vida humana, como neumonía, meningitis e infecciones graves que alteran funciones vitales de uno o más órganos.
El descubrimiento fue hecho por un equipo del Hospital Infantil Great Ormond Street y el Instituto de Salud Infantil de Londres y publicado en la revista The Lancet , la semana pasada.
La investigación contempló el análisis de 546 autopsias hechas a bebés que murieron repentinamente en el Inglaterra entre 1996 y 2005.
Muerte repentina. El síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) –también conocida como muerte en cuna o muerte blanca– afecta a menores que no han cumplido el año de edad y se manifiesta durante las horas de sueño de los pequeños.
En estos casos, la evaluación de las circunstancias de la muerte y el historial médico, así como la autopsia no logran explicar las razones del deceso.
Los médicos han asociado el SMSL con varios factores como la posición del bebé al dormir, el consumo de tabaco por la madre y el cuidado prenatal deficiente.
La mayoría de este tipo de muertes se presenta durante el segundo y cuarto mes de vida de los pequeños.
Además, afecta un poco más a los niños que a las niñas.
En el Reino Unido unos 250 infantes sufren de este síndrome cada año, mientras en España esta cifra alcanza los 100 casos anuales, de acuerdo con datos oficiales.
Óscar Segreda, pediatra neonatólogo del Hospital San Juan de Dios, explicó que en Costa Rica se desconoce la cantidad de niños que fallecen de este síndrome, debido a que no se realizan estudios al cuerpo de todo niño que muere con menos de 12 meses de edad.
Un indicio. Los investigadores realizaron una revisión de 546 autopsias que se practicaron a bebés que murieron de manera repentina y sin explicación, entre los años 1996 y 2005 en el Hospital Infantil Great Ormond Street, en Londres.
En el análisis, los investigadores descartaron 39 casos debido a que los bebés presentaban una infección viral o bacteriana, la cual fue contraída durante el proceso de resucitación que se les aplicó.
Los científicos tomaron muestras de sangre, fluidos cerebroespinales, pulmones y bazo de 470 casos, con el objetivo de identificar la presencia de microorganismos.
A estas muestras se les practicó un total de 2.079 cultivos, de los cuales un 73% mostró la presencia de algún tipo de organismo, principalmente en los pulmones y el bazo.
“Encontramos significativamente más microbios con potencial patógeno, como Staphylococcus aureus y Escherichia coli, en el grupo de infantes que murieron de manera súbita y sin motivo, que en aquellos cuya causa de muerte no se relaciona con una infección”, señalaron los autores del estudio.
Sin embargo, el equipo de expertos destacó que las razones de esta diferencia aún no están claras.
“Nuestros hallazgos sugieren que estos microbios pueden ser parte de las causas del síndrome de muerte súbita en los lactantes”, añadió el grupo.
Según explicaron, el organismo de los menores no muestra evidencia clara de infecciones.
Este panorama impide que “se pueda hacer un diagnóstico de infección clásica, aunque sea posible que estas bacterias contribuyan de alguna manera a la muerte repentina de los bebés”, destacaron los científicos ingleses.
Refuerzo. James Morris y Linda Harrison, del hospital Royal Infirmary de Lancaster, quienes comentaron los hallazgos en la misma revista, señalaron que a pesar de que no hay una respuesta definitiva, sí se refuerzan estudios anteriores que relacionan a las bacterias S. aureus y E. coli con el síndrome de muerte súbita.
Alan Craft, profesor de la Universidad de Newcastle, dijo a la agencia de noticias Reuters que los resultados son importantes.
Sin embargo, el investigador aclaró que no habría una respuesta simple porque las “bacterias encontradas en los menores son de un tipo que está presente en todos nuestros cuerpos la mayoría del tiempo y no hay nada que se pueda hacer para evitarlo”.