
La presencia humana transformó paisajes en los Apeninos italianos y también modificó el comportamiento y la morfología de una de las poblaciones de osos más singulares del mundo. Un estudio difundido el 15 de diciembre en Molecular Biology and Evolution explicó que los osos pardos de los Apeninos, en el centro de Italia, evolucionaron para ser más pequeños y menos agresivos tras siglos de convivencia cercana con aldeas humanas.
La población, conocida como Ursus arctos marsicanus, permaneció aislada desde hace unos 2.000 o 3.000 años, periodo que coincide con el Imperio Romano. Ese aislamiento ocurrió mientras la región enfrentó expansión agrícola, deforestación y aumento constante de habitantes. Investigadores señalaron que ese proceso redujo el territorio disponible y provocó un declive progresivo del grupo.
Una de las autoras señaló que la deforestación vinculado al crecimiento agrícola y demográfico impulsó el aislamiento de la especie. Ese entorno cambió las presiones evolutivas sobre los osos, pues los individuos más agresivos enfrentaron un riesgo mayor de muerte o remoción por representar peligro para las comunidades. Con el paso del tiempo, la selección favoreció ejemplares más tolerantes a la presencia humana.
Los osos apenínicos muestran hoy rasgos muy distintos de los registrados en otras poblaciones de Europa, América del Norte y Asia. Son más pequeños, presentan características craneales y faciales diferenciadas y exhiben conductas menos agresivas.
Para comprender el origen de estas variaciones, especialistas generaron un genoma de referencia de alta calidad y compararon los datos con osos de Eslovaquia y Estados Unidos. El análisis reveló baja diversidad genética y altos niveles de endogamia, un patrón común en grupos pequeños y aislados.
Con esa información, los investigadores detectaron señales de selección natural en genes relacionados con el comportamiento, sobre todo con la reducción de la agresividad. Esto indicó que la presión humana no solo redujo la población, también influyó en su evolución conductual.
El trabajo expuso un contraste frecuente en la relación entre seres humanos y fauna silvestre. La expansión humana promovió el declive de los osos y elevó el riesgo de extinción, pero al mismo tiempo impulsó cambios que favorecen una coexistencia menos conflictiva. Uno de los autores explicó que, aunque las actividades humanas afectaron de manera negativa esa población, esta aún conserva variantes genéticas que deben mantenerse y no diluirse mediante repoblamientos sin control.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
