
A corto plazo los árboles de cedro y caoba de la región podrían ser vacunados contra la Hypsipyla grandella , el gusano barrenador que es la principal plaga forestal de América Latina y el Caribe.
Gracias a una investigación realizada en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), el científico dominicano Fernando Mancebo, en colaboración con investigadores nacionales, logró identificar en suelo tico varios principios repelentes contra este mal para desarrollar bioinsecticidas efectivos y accesibles.
Primero, los científicos localizaron 30 extractos de diversas plantas y probaron, en los laboratorios e invernaderos del CATIE -en Turrialba-, su efectividad contra la larva del gusano.
A partir de esos análisis se determinó que del grupo de 30 plantas, solo cuatro extractos atacaban la Hypsipyla grandella .
Afortunadamente, dos de esos cuatro extractos pueden obtenerse fácilmente de plantas que abundan en la flora del país.
Del laboratorio al campo. Según Luko Hilje, científico del CATIE, los extractos de la semilla del nim ( Azadirachta indic ), una planta proveniente de la India, al igual que la hoja de la ruda ( Ruta chalepensis ), planta medicinal proveniente de España, tienen sustancias tóxicas contra la larva barrenadora.
Sin embargo, destacan de la flora nacional la eficacia para atacar a la Hypsipyla grandella del fruto del Sechium pittieri , llamado tacaco cimarrón, y sobre todo del tallo de la planta Quassia amara , conocida popularmente como hombre grande: ambas plantas son ticas.
Una vez identificados estos repelentes vegetales, se plantearon una serie de dudas sobre su aplicación a gran escala.
Inicialmente el componente disuasivo (o repelente) se aplicaba con un atomizador en el brote (donde se desarrolla la plaga).
No obstante, conforme el árbol crece por encima de los ocho metros, la atomización resulta imposible de manera manual.
Para aplicar el repelente habría que utilizar una avioneta o un helicóptero, lo que hace que el proceso sea muy costoso.
Buscando alternativas más accesibles, el científico salvadoreño Francisco Soto identificó que los extractos contra la larva pueden difundirse como productos llamados sistémicos.
Es decir, que podrían aplicarse en un lugar cercano a las raíces del árbol para que este lo conduzca de manera natural -como si fueran nutrientes- hacia la copa y así lograr el efecto protector contra el gusano barrenador.
Empero, un problema adicional llevó la investigación a otra alternativa por estudiar. "La aplicación de este bioinsecticida en estas condiciones tendría que hacerse mediante un pequeño implante en la corteza del árbol (lo que significa dañar la madera para efecto comercial)", señaló Hilje.
"Por eso, las investigaciones están focalizadas en probar la tecnología estadounidense que ya existe con el nombre de ArborSystems , que es una 'pistola' que permite hacer microinyecciones de sustancias en el sistema vascular de los árboles, para que se desplacen dentro de éstos", agregó.
Las nuevas pruebas podrían comenzar a finales de año y, según coinciden los científicos, cuenta con muy buenas expectativas.