
Uno o dos olfateos es suficiente para que una rata sepa en qué dirección se encuentra el objeto que dispensa ese aroma.
Todo esto se debe a que esos roedores poseen un sistema de olfato en estéreo. Sus dos fosas nasales perciben información odorífica distinta. Luego, esa información es procesada por separado y de forma diferente en el centro de olfato de su cerebro.
Esta interesante acción cerebral permite al pequeño mamífero esbozar una ubicación espacial y, en pocos instantes, determinar la ubicación geográfica de la que proviene el olor.
Este hallazgo fue demostrado por Raghav Rajan, James Clement y Upinder S. Bhalla, investigadores del Centro Nacional de Ciencias Biológicas de India. Sus resultados se dieron a conocer ayer en la revista Science .
En el laboratorio. Estos investigadores indios probaron en ratas de laboratorio su habilidad para identificar olores que provenían de su derecha o de su izquierda.
Entrenaron a ratas sedientas a ubicar agua en recipientes en el lado de donde provenía el olor. Las ratas debían tocar un botón del lado de donde provenía el olor, antes de recibir el agua para calmar la sed.
Probaron el experimento con el olor del aceite de banano, agua de rosas y eucalipto.
Las ratas eligieron el lado correcto en al menos 80% de los intentos, sin importar qué tipo de olor era el que estaban percibiendo.
No obstante, cuando se le tapaba una de las dos fosas nasales, el pequeño roedor perdía la habilidad de ubicar la fuente del olor.
Similar al oído. El equipo de investigadores compara el sistema de olfato de los roedores con el oído estereofónico de los mamíferos.
El cerebro humano es capaz de valorar las diferencias en el tiempo de llegada de un sonido a nuestros oídos y la intensidad con la que llega. Así, si un sonido llega antes a nuestro oído izquierdo, sabemos que vino de esa dirección.
Lo mismo sucede con los roedores. El centro de olfato de su cerebro es tan especializado que un 90% de sus neuronas reacciona de manera diferente a estímulos de la fosa nasal izquierda o derecha, que solo distan entre sí tres milímetros, una distancia que aparentemente sería demasiado pequeña como para percibir y procesar por separado los olores.
Los investigadores sospechan que los humanos también olemos en estéreo, pero nuestro pobre sentido de olfato hace que esa habilidad pase inadvertida.