La imagen popular de un hombre clavado en una cruz por pies y manos con la cabeza en alto y los brazos extendidos, podría ser una concepción errónea o imprecisa de cómo fue realmente la crucifixión de Jesús.
Este planteamiento lo hacen los científicos Piers Mitchell y Matthew Maslen, de la Facultad de Medicina del Imperial College, de Londres.
Estos británicos aseguran que la imagen emblemática del cristianismo no fue concebida mediante evidencia científica y que no hay ningún hecho o prueba concreta que sustente que Jesús fue sacrificado de esa manera.
Los autores no dudan del acto de la crucifixión de Jesús, pero sí puntualizan que los romanos tuvieron una imaginación muy cruel y variada para castigar. Actualmente hay 10 teorías distintas de cómo fue esa crucifixión.
"Hasta ahora solo se tienen pruebas de que en la antigüedad las personas eran crucificadas en diferentes posiciones y que se usaban también diferentes medios para colocarlos en la cruz", alertó el estudio publicado ayer por la revista británica de la Royal Society of Medicine.
"Las víctimas no eran colocadas necesariamente con la cabeza en alto, ni tampoco eran sostenidas con clavos en los pies, clavados de delante hacia detrás. Había muchas formas de crucificar", manifiestan los investigadores.
El método. Mitchell y Maslen fundamentan su conclusión en tres disciplinas distintas.
Primero, revisaron 40 escritos en latín y griego que abordan las posibles causas médicas de la muerte de Jesús.
Luego, los científicos estudiaron otros documentos históricos existentes, incluyendo la Biblia.
Los pasajes escritos en este libro sagrado no detallan o describen la forma cómo se colocó el cuerpo en el madero, solamente argumentan de que la crucifixión sucedió.
Mitchell y Maslen compararon toda la información con la única prueba arqueológica existente: el esqueleto, con un clavo atravesado, de un hebreo.
En concreto. En cuanto a la evidencia médica, ambos científicos coinciden en que todas las crucifixiones causaban la muerte del ajusticiado, pero que unas formas eran más grotescas que otras, según la gravedad del delito.
Para los romanos, la crucifixión era el método de asesinato legal. La ejecución en público y en lugares abiertos era un castigo y una advertencia a todo el que pensara vulnerar las leyes.
"Las cruces se colocaban en todas las posiciones, con los ajusticiados a veces boca abajo, atados con cuerdas y no con clavos, que, en cambio, eran utilizados en sus genitales", dicen los británicos.
"Si el reo era crucificado con la cabeza en alto se le podía poner un peso adicional encima para prolongar el suplicio de la víctima", precisan en su reporte.
Desde el punto de vista arqueológico se dispone solamente de una prueba sobre los métodos de crucifixión aplicados en la misma época de Jesús.
Se trata de los huesos de un hombre, de unos 26 años y 1,67 metros de altura, quien murió crucificado y que fueron desenterrados en 1968 en Israel. Los estudios aclaran que esta osamenta no es el esqueleto de Jesús.
La prueba es un esqueleto con un solo clavo de 11,5 centímetros plantado transversalmente en los pies de un hebreo llamado Yehonanan Ben Hagkol. "Lo raro es que este esqueleto no muestra ninguna señal de clavos en los puños ni en en los brazos de la víctima", dicen Mitchell y Maslen.