El domingo 20 de julio de 1969 la noticia era una en Costa Rica y el mundo: ¿lograría el Apolo 11 cumplir con la promesa hecha por el presidente estadounidense John F. Kennedy siete años antes?
La historia ya atesoraba, como atesora aún hoy, su brillante discurso del 12 de setiembre de 1962.
“Hemos decidido ir a la Luna antes de que termine esta década, no porque sea sencillo, sino porque es complejo, porque ese objetivo servirá para organizar y medir nuestras mejores energías y habilidades, porque es un reto que estamos dispuestos a aceptar, un reto que no deseamos retrasar, un reto que ganaremos”, aseveró Kennedy en medio de los aplausos de sus 35.000 oyentes en la Rice University de Houston.
El reto para Rusia fue directo: la meta de la carrera espacial no estaría –como hasta entonces– en enviar satélites, sino en poner un humano en la superficie lunar.
Siete años y $24.000 millones después –es decir, 22 veces la producción total de Costa Rica en 1969– la misión Apolo 11 estaba a punto de cumplir ese objetivo.
Por entonces, la televisión tenían pocos años de haber llegado a Costa Rica. La tienda Casa Buenos Aires aprovechaba el anuncio de la transmisión en cadena nacional del evento para ofrecer televisores Toshiba de 19 pulgadas con una prima de ¢40 y cuotas semanales de ¢20.
Sin embargo, en aquella Costa Rica que apenas engrosaba su clase media solo una minoría podía darse el lujo de tener un televisor, a blanco y negro, en su sala.
Por eso, no fue raro que las personas se reunieran la tarde y noche de ese domingo en la casa de un afortunado vecino, para ver todos juntos el histórico evento.
Poco después del mediodía, las calles de San José ya lucían mucho más vacías que de costumbre. Las pocas personas que transitaban por la Avenida Central se aglomeraban en las vidrieras de los comercios para observar las imágenes que anunciaban la inminente llegada del Águila , el módulo lunar, a la superficie del satélite natural tras haber despegado el 16 de julio.
“Houston, aquí base Tranquilidad, el Águila ha alunizado” se escuchó a las 2:17 p. m. “El Águila ha alunizado... el Águila ha alunizado...” repitió varias veces el narrador de la transmisión en español desde Cabo Cañaveral, como tratando de tranquilizarse a sí mismo: aunque Kennedy había sido asesinado cobardemente en 1963, su promesa se estaba cumpliendo.
Ya en la Luna, una de las primeras acciones de Neil Armstrong fue pedir disculpas: se había atrasado 39 segundos en el alunizaje porque encontró algunas rocas en su camino al último minuto. Ahora, habría que esperar varias horas mientras él y Edwin Aldrin se preparaban para la salida.
La noticia tuvo entonces tiempo suficiente para ser comentada: los más entendidos alababan este logro técnico estadounidense, los más sencillos rezaban un Padrenuestro y se cuestionaban las consecuencias que traería el que un hombre hubiese llegado tan cerca del cielo. Nadie se cuestionaba, como hacen muchos ahora, si lo que se estaba viendo venía en realidad de la Luna o de un estudio televisivo en el desierto de Arizona.
Armstrong dio su famosísimo “pequeño paso para un hombre pero gran salto para la humanidad” exactamente a las ocho de la noche con 56 minutos y 31 segundos de aquel 20 de julio.
Segundos antes de bajar había encendido una cámara en el exterior del Águila . Así, lo primero que vieron los 600 millones de personas que observaban la transmisión en directo fue una escalera metálica con un pie, su pie, en el escalón.
“Quizás para Neil fuera un pequeño paso, pero para mí ha sido un bonito salto”, dijo por su parte Aldrin al tocar la superficie lunar.
Los ticos vieron luego a Armstrong correteando por el Mar de la Tranquilidad, mientras Houston le recomendaba cuidar dónde ponía los pies. Aldrin se le unió al poco tiempo: “¡Qué magnífica desolación!” describió emocionado.
A las 9:43 p. m., la bandera de Estados Unidos comenzó a ondear en la Luna. En la nave también iba una bandera de Costa Rica, junto con las de otras 73 naciones.
También, mediante un disco de silicio apenas más grande que una moneda actual de ¢500, fue depositado en la Luna un mensaje de cada uno de los 74 jefes de Estado invitados por Estados Unidos.
José Joaquín Trejos Fernández, entonces presidente de Costa Rica, hacía votos en su mensaje para que del esfuerzo de llegar a la Luna derivaran “nuevos logros para aumentar el bienestar de las familias humanas”.
La transmisión televisiva terminó antes de la medianoche, cuando aún ocurría la caminata. El Instituto Costarricense de Electricidad difundió la señal que emanaba desde el Águila a Australia y desde ahí a Houston.
Esa misma señal llegaba a Panamá por medio del satélite Intelsat II . En Panamá comenzaba a dar pequeños brincos mediante un sistema de microondas, llegando a Golfito, luego al Cerro de la Muerte, al Cerro Guardián, al Volcán Irazú y finalmente a la central telefónica de San Pedro de Montes de Oca, de donde fue tomada por las televisoras.
Radios como Monumental y City siguieron enlazadas a la Voz de América. Así, muchos escucharon la charla de los astronautas con el presidente Richard Nixon a la 1:47 a. m. del 21 de julio.
Después de instalar instrumentos y descansar, a las 11:55 a. m., el Águila se elevó de la superficie lunar para reacoplarse con la nave Columbia , donde había estado esperando Michael Collins para comenzar el regreso a la Tierra. A ella llegarían el 24 de julio por la mañana y, desde entonces, esos tres hombres son héroes.