
El cometa Tempel 1 , que el 4 de julio recibió el impacto de un proyectil lanzado desde la sonda Deep Impact de la NASA, es el cometa más fotografiado y mejor estudiado desde que el Halley pasara cerca de la Tierra en 1986.
Gracias a la intervención científica, el Tempel I fue reducido a una enorme bola de nieve que vaga por el espacio y que ha permitido develar los misterios de la estructura de un cometa, publica la revista especializada Science.
"El cometa es increíblemente frágil, tiene menos densidad que una bola de nieve. En su mayor parte es muy poroso y está vacío. Toda su estructura está formada por pequeños gránulos de hielo", señaló Michael AHearn, de la Universidad de Maryland.
El análisis del material cósmico mostró gran cantidad de moléculas de carbón, lo que sugiere que los cometas contienen material orgánico y, que éste podría haber llegado a la Tierra cuando el impacto de meteoritos era algo común.
Tras los análisis, los científicos determinaron que el núcleo del Tempel 1 , antes del impacto, tenía regiones de muy distinta morfología, lo que sugiere que ha sufrido a lo largo de los años una evolución geológica. Además, la presencia de cráteres de entre 40 y 400 metros de largo en su superficie hace suponer a los expertos que ya ha recibido el impacto de otros cuerpos celestes.
Con los rayos infrarrojos se determinó que su temperatura en la superficie es de entre -13 y 55 grados centígrados y que posee zonas de superficie suave con color homogéneo en su superficie. Se hallaron numerosas y breves erupciones de gas en la superficie.
Tras nuestros orígenes. Los científicos creen que los cometas llevan consigo los primeros materiales de la creación del sistema solar. De ahí que el seguimiento del Tempel I haya adquirido particular interés.
Para acercarse al material cósmico la sonda Deep Impact partió hacia el cometa en enero de 2005 y 172 días después disparó un proyectil provisto de cámaras fotográficas e instrumentos.
La colisión sobre el Tempel 1 fue observada de cerca por más de 70 telescopios en la Tierra, por los observatorios espaciales de la NASA y por la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea.