Anoche una legión de monstruos, diablos, gigantas, caricaturas de políticos y zanqueros se soltaron por las calles de Cartago.
La Vieja Metrópoli se reservó la noche del 31 para realizar un enorme pasacalle lleno de tradición y expresiones típicas, como parte del Encuentro Nacional de la Mascarada Costarricense.
No fue una noche de tenebroso espanto, sino de sana diversión y muchas risas de cientos y cientos de niños y adultos que se apostaron a orillas de las calles.
El gentío, que llegó bien abrigadito, observó y aplaudió las mascaradas, los grupos de bailes típicos, los zanqueros, las bandas, las cimarronas y a una agrupación de Boruca que llevó el tradicional Baile de los diablitos .
Susto y vacilón. Todo comenzó a las 6:10 p. m. con atronadoras bombetas y un poco de fuegos artificiales en la Plaza de la Independencia de Cartago.
La mascarada no abrió el desfile, sino que fue la banda de la Escuela de Música de Cervantes y el Grupo de Proyección Folclórica El Labrador –homenajeado en la actividad–.
De pronto, una niña gritó: “¡Allí vienen, allí vienen! Y sí, los enmascarados de vistosos trajes empezaron a hacer de las suyas: a corretear niños, a poner nerviosas a señoras y a jugar.
El pasacalle se volvió un vacilón. Su paso era anunciado por los gritos de sorpresa de la gente y despedido por carcajadas y aplausos del mismo público.
¡Y cómo no! El Diablo pasó acercándole su lengua artificial a cuanta persona se le puso enfrente; la Giganta no paró de bailar y dar manotazos al aire; el Policía bonachón caminó sin ton ni son y la Muerte le pegó más de un susto a los despistados.
Ni qué decir cuando llegaron los “políticos” a escena –bueno, las caricaturas de los políticos hechos con las máscaras de papel–.
La gente se moría de la risa de ver a aquel José María Figueres de mentirilla bailar y contonearse y le daba la mano a un Óscar Arias muy cachetón y orejón hecho de papel.
Por supuesto, como queda alguna gente que aún se empeña en celebrar la fiesta foránea de Halloween, por allí también apareció Dark Vader –sí, el de la película La guerra de las galaxias con todo y espada– y después un esqueleto fosforescente.
Fiel a su espíritu violento, Dark Vader se enfrentó a Figueres y este último murió a la vista de todos. No se escandalice, esto no fue más que una actuación aficionada de los niños que llevaban los trajes.
Todos felices. Enmascarados y observadores estaban encantados con la actividad tradicional.
“Mis nietos disfrutaron tanto el pasacalles en Paraíso el domingo que nos vinimos a Cartago. Esta actividad es muy importante por el rescate de valores”, expresó Clemencia Echeverría, de 59 años.
“Nosotros somos de San José y hace unos años vimos como se celebraba Halloween. Por dicha, eso se ha eliminado y se ha sustituido con las mascaradas”, afirmó Édgar Bonilla, de 60 años.
Por su parte, Gustavo Carranza, de 32 años y vecino del barrio El Molino, dijo que con ese desfile se revive una tradición que estuvo a punto de perderse.
“A nosotros los viejos nos recuerda cuando uno andaba corriendo detrás de los payasos –como le dicen a los enmascarados–. A mí me encantaba perseguir al Diablo”, agregó Roxana Fuentes, de 54 años.
Aquellos debajo de las máscaras también estaban realizados. “Esto se hace para no perder una tradición; además, es emocionante para uno y uno colabora a alegrar a la gente a su paso con un susto”, dijo Steven Solano, de 16 años, quien llevó a un gigante llamado Don Lelo .
Todo terminó en la Plaza Mayor con alegría y sustos.
