La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) adquirió el año pasado 1.950.000 ampollas de Botox. No es que la institución ofrezca a los asegurados la posibilidad de eliminar las arrugas, sino que aprovecha en grande los fines terapéuticos de ese producto.
Actualmente son más de 2.000 los costarricenses que se han beneficiado de la toxina botulínica, la cual es comercializada por el Laboratorio Allergan –que ganó la licitación hecha por la CCSS– con el nombre de Botox.
Personas de todas las edades, que padecen desde contracturas musculares severas e involuntarias (distonías y espasticidad) hasta problemas glandulares que le provocan sudoración excesiva, se benefician del tratamiento con esa sustancia.
La toxina botulínica no los cura, pero les alivia el padecimiento y, en muchos casos, les posibilita avanzar en su rehabilitación.
En el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), por ejemplo, el Botox se aplica fundamentalmente a niños de más de dos años que padecen de parálisis cerebral.
Las inyecciones se les suministran tres veces por año y mientras dura el efecto se intensifica la fisioterapia, para que los músculos atrofiados se vayan acostumbrando a moverse.
“Ya sea porque padecen parálisis cerebral o porque han sufrido un accidente cerebrovascular, muchos niños y adolescentes que han perdido el control de los músculos, de manera que sus piernas o brazos permanecen siempre flexionados y rígidos, se benefician enormemente con esta terapia”, explicó Ana Cecilia Chan, jefa de Consulta Externa del Cenare.
A esos pacientes se les inyecta la toxina directamente en el músculo afectado (si es grande debe aplicarse más de una ampolla) y una semana después se produce un bloqueo en la transmisión neuromuscular que impide que la señal anormal que viene del cerebro pase del nervio al músculo.
Es entonces cuando, poco a poco y con ayuda de ejercicios de fisioterapia, los pacientes vuelven a controlar el movimiento. Así, niños que han perdido la facultad de caminar pueden volver a hacerlo y los jóvenes recuperan la autonomía al conseguir vestirse y peinarse por sí mismos.
Eso sí, cuatro meses después de la aplicación, la toxina botulínica deja de hacer efecto. Entonces deben volver a inyectarlos: el año pasado la CCSS invirtió ¢895 millones en la compra de Botox.
“Como es tan caro y queremos asegurar el éxito de la terapia realizamos un exhaustivo análisis de cada caso; durante el 2007, por ejemplo, de 197 candidatos que teníamos solo 75 entraron en el programa. Todos lograron recuperar movilidad”, puntualizó Chan.
Otros usos. La Unidad de Neurología del Hospital Calderón Guardia fue pionera en el uso de Botox en el país. Hace ya ocho años comenzó a utilizar la toxina popularmente conocida como antiarrugas con fines que nada tienen que ver con la estética.
Tal como explica Carlos Luis Sánchez, neurólogo y encargado de los tratamientos que se realizan en esa unidad, al principio trataron pocos casos y todos relacionados con la espasticidad y la distonía que genera la parálisis.
Todavía el 40% de los 2.000 pacientes del programa presenta esas dolencias, pero ahora el Botox se usa además para tratar los tics, temblores o contracciones involuntarias de los músculos de la cara (espasmos hemifaciales).
También se inyecta en las cuerdas vocales para aliviar la disfonía y en la laringe cuando, por estrangulamiento de ese órgano, las personas solo pueden hablar entrecortadamente o en susurros.
Además, el Botox se aplica en las palmas de las manos para controlar el exceso de sudoración y sobre los hombros y músculos del cuello para corregir la tortícolis.
“El principio es el mismo que en cuestiones cosméticas: la toxina paraliza. Si son los músculos faciales solo se impide el movimiento que genera las líneas de expresión, pero si se aplica sobre uno que funciona indebidamente la parálisis afloja y eso tiene, además, un efecto analgésico formidable”, comentó Sánchez.
Así, el neurólogo sostiene que cuando la aplicación de Botox no alienta la vanidad, sino que contribuye a mejorar la salud, la inversión da réditos y vale la pena sufrir los pinchazos.