MOSCÚ. AFP La agencia espacial europea (ESA) puso en órbita este viernes tres satélites idénticos en una misión sin precedentes destinada a observar el campo magnético terrestre y la llamada anomalía del Atlántico sur.
El campo magnético es como una “ enorme burbuja que nos protege de la radiación cósmica y de las partículas cargadas que bombardean la Tierra a través del viento solar ”, explicó ESA.
Se extiende desde el núcleo interno de la Tierra hasta que se encuentra con el viento solar.
Por su parte, se conoce como la anomalía del Atlántico sur a una zona situada a la altura de Brasil, donde el campo magnético es particularmente débil y está disminuyendo rápidamente por razones desconocidas para los científicos.
En este “triángulo de las Bermudas” magnético, el escudo natural de la Tierra queda debilitado y los satélites son vulnerables a sufrir problemas.
La misión bautizada como Swarm (enjambre, en inglés), cuesta $276 millones y fue colocada en órbita por un cohete Rokot desde la base Plesesk en Rusia. Los tres aparatos, de 470 kg cada uno, quedaron en una órbita casi polar a los 91 minutos del lanzamiento .
Los datos que emita Swarm serán utilizados para mapas y modelos que alimentan numerosas aplicaciones de la vida cotidiana, como las cartas de navegación aérea o las brújulas de los smartphones .
La misión. Estos trillizos del espacio se desplazan en trayectorias ligeramente diferentes, lo cual permite separar las diferentes fuentes magnéticas y cartografiar en detalle sus variaciones, no solo en el espacio sino también en el tiempo.
Mientras que el campo de la gravedad es observable gracias a una simple manzana, el campo magnético terrestre, por su parte, no se puede ver. Sin embargo está por todas partes y nos protege, por ejemplo, de los vientos solares.
La fuente principal del campo magnético de la Tierra está a 3.000 km bajo nuestros pies, en el núcleo de hierro y níquel que funciona como un dínamo gigante gracias a las corrientes que lo atraviesan.
Pero a ese magnetismo se suman otras fuentes mucho más débiles, como las piedras imanes de la corteza terrestre, así como fuentes externas como partes de la atmósfera excitadas por radiaciones provenientes del sol (ionosfera y magnetosfera), destacó Gauthier Hulot, del Centro Nacional de Investigación y el Instituto de Física del Globo de París.
Para garantizar una mayor precisión en las medidas efectuadas, los investigadores cuidaron especialmente los satélites, privilegiando el uso de materiales lo más neutros posibles.
“Comprender la evolución del campo magnético terrestre es comprender cómo predecir su evolución futura y hallar eventuales medidas de protección”, precisó Gauthier Hulot.