¿A qué se denomina meteorito y cómo se diferencia de un asteroide? ¿De qué están hechos y por qué son tan llamativos para la Ciencia? Después de que el pasado 23 de abril varios vecinos de Aguas Zarcas y La Palmera de San Carlos reportaron la caída desde el cielo de fragmentos de rocas, la curiosidad por estos objetos es todavía mayor.
Para comenzar, debemos tener claro que dentro del sistema solar, se conoce como un meteoroide a un cuerpo celeste natural rocoso e irregular que se mueve en el espacio interplanetario con un diámetro entre 30 micrometros (0.03 milimetros) y 1 metro (m).
Es mucho más pequeño que un asteroide, cuyo tamaño es mayor a 1 m (según la definición actualizada de la Unión Astronómica Internacional, 2017).
La dinámica entre ambos también es diferente: un asteroide revoluciona alrededor de una estrella, puede incluso contar con un satélite natural, mientras que un meteoroide puede orbitar cualquier cuerpo astronómico.
Al ingresar en la atmósfera terrestre, debido a la fricción atmosférica, un meteoroide o asteroide produce un chorro de luz conocido como meteoro, que a veces puede resultar muy intenso, y entonces se conoce como bólido (con una magnitud -4 a una distancia de 100 km) o superbólido (si alcanza una magnitud -17).
Un grupo de meteoros producidos por meteoroides que tienen órbitas similares y origen común, pueden producir una lluvia de meteoros.
Ahora bien, un resto de cualquier cuerpo natural extraterrestre que no se consume por completo durante la fase de meteoro y alcanza la superficie terrestre, se denomina meteorito (o micrometeorito, si su tamaño es menor a 1 mm).
El origen
Las inquietudes científicas más importantes relacionadas con los meteoroides son su composición y origen.
En ese sentido, el origen puede estar relacionado con un asteroide o cometa.
Los meteoroides casi siempre representan el material original de la formación del sistema solar, por lo tanto su composición y estructura pueden proporcionar información sobre la historia de este, así como de la formación de asteroides y cometas progenitores, e incluso del comienzo de la vida terrestre.
Sustancias orgánicas fuera del planeta Tierra que se han hallado en los meteoritos, se encuentran comúnmente en cuerpos del sistema solar (por ejemplo en Marte), estrellas, galaxias, nebulosas y el medio interestelar; aunque solo en las estrellas viejas se puede observar directamente la síntesis de sustancias orgánicas complejas de modo rápido y eficiente.
Se considera que una parte de estos componentes orgánicos es de origen estelar, expulsada por medio del viento estelar, y la otra parte es producida en los cometas, objetos transneptunianos y en satélites planetarios.
Uno de los métodos para estudiar la estructura del material original del Sistema Solar y profundizar los modelos de su formación es el análisis de los meteoritos, y un interés especial merecen los condritos, que son los cuerpos más viejos.
Tres clases
Los estudios científicos de los meteoritos se iniciaron a finales del siglo XVIII. Hay tres clases de meteoritos: los metálicos, compuestos principalmente de hierro y níquel, muy densos; los pétreos, los más abundantes, compuestos principalmente de silicatos densos de hierro y magnesio, y los metalo-pétreos, intermedios entre los anteriores.
Entre los pétreos están aquellos que tienen esferitas minerales de tamaño submilimétrico, conocidas como cóndrulos, que como se dijo, tienen el nombre de condritos (o condritas), y son los cuerpos más antiguos del Sistema Solar con unos 4.560 millones de años de antigüedad.
Los que no tienen cóndrulos, se conocen como acondritos, y algunos provienen de la Luna y Marte.
Los meteoritos avistados y recuperados al año en el mundo, son contables con los dedos de una mano. En América Central solo había tres meteoritos documentados: "Rosario", un meteorito metálico encontrado en 1896 en Honduras; el "Chinautla", también metálico encontrado en 1902 en Guatemala, y el tercero es el meteorito Heredia, pétreo caído en Costa Rica en 1857, visto como bólido, recuperado y analizado.
Visitante de Aguas Zarcas
Transcurrieron 162 años, hasta que la noche del 23 de abril se observó un bólido que surcó en una dirección aproximada SE-NO (sureste-noroeste) y fue registrado por muchas cámaras desde Quepos, el Valle Central occidental y San Carlos.
Las personas reportaron una intensa iluminación, un sonido fuerte parecido a explosión y la caída de gran cantidad de fragmentos del meteorito, uno de los cuales (de 1.152 gramos de peso) impactó el techo de una casa en el norte del poblado de Aguas Zarcas.
Los meteoritos cayeron en los distritos de Aguas Zarcas y La Palmera de San Carlos, en un área de unos 6 kilómetros de largo por 3 kilómetros de ancho. El mayor fragmento recuperado pesa 1.871 g y existen centenas de fragmentos con pesos entre 0,1 g a unas centenas de gramos, con un total acumulado de unos 30 kg (equivalente al tamaño de una bola de playa de 30 cm de diámetro).
¿Qué sucede con fragmentos como estos al ingresar a la atmósfera? El meteoroide se somete a temperaturas por encima de los 1.500°C, suficiente como para fundir la superficie rocosa del meteorito, por lo que se preserva una corteza de fusión vidriosa con indicadores de la dirección de caída.
Esto origina estructuras conocidas como regmagliptos, que indican la dirección de la caída, y estructuras menores de dirección, y usualmente son indicadores inequívocos para reconocer un meteorito. Estas estructuras son claramente visibles en muchos de los fragmentos del meteorito.
El interior de los especímenes de San Carlos analizados muestra muy claramente cóndrulos de tamaño submilimétrico, así como otros minerales ricos en calcio, magnesio y hierro, en medio de una matriz gris oscuro a negro, rica en componentes con carbono y agua, por lo que se ha clasificado como un meteorito condrito carbonáceo.
De acuerdo con la política internacional de nominación de meteoritos según su sitio de caída, se ha propuesto provisionalmente el nombre de Meteorito Aguas Zarcas, a la Meteoritical Society para su adopción oficial.
¿Quiénes son los científicos?
El Científico Explica es un proyecto conjunto de La Nación y la Academia Nacional de Ciencia (ANC). En esta oportunidad, el artículo fue elaborado por los siguientes científicos.
Carolina Salas Matamoros
Coordinadora del Planetario de San José de la Universidad de Costa Rica (UCR) y profesora de la Escuela de Física de la UCR. Además, colabora como profesora y asesora de tesis del Programa de Maestría en Astrofísica del Sistema de Estudios de Posgrado de la UCR. Sus áreas de investigación son la Astrofísica Solar, Radio Astronomía Solar y el Clima Espacial.
Lela Taliashvili
Catedrática de la Universidad de Costa Rica (UCR), directora del Centro de Investigaciones Espaciales, CINESPA (desde 2011) y profesora de la Escuela de Física de la UCR. Además, colabora con los Programas de Maestría en Física/Astrofísica y Doctorado en Ciencias del Sistema de Estudios de Posgrado de la UCR, y dirige tesis de Maestría/Doctorado en Astrofísica. Sus áreas de investigación son la Astrofísica Solar, Geofísica Espacial y el Clima Espacial.
Gerardo J. Soto
Geólogo, con especialidad en Vulcanología, especialidad profesional en Historia de la Geología y maestría en Humanidades. Ha laborado en la academia (universidades de Costa Rica y Kagoshima, Japón), en la empresa pública (ICE) y en la empresa privada, como consultor geológico internacional.