Cuando una mascota muere, es natural sentirnos tristes, culpables o incluso hasta enojados. También es común llorar y sufrir por ese animalito al que tanto cariño le teníamos.
Sin embargo, algunas personas podrían juzgarnos y hasta tildarnos de “exagerados” por mostrar nuestros sentimientos. Definitivamente ellos no comprenden que ese perrito o gatito, por ejemplo, era parte de nuestra familia, nuestro buen, tierno e incondicional amigo. Incluso, en algunos casos, hasta nuestra única compañía.
El psicólogo Alejandro del Valle participó en esta edición de +cotas para abordar dicho tema. Vino acompañado de Fendy, una simpática y elegante perra que trabaja en procesos de terapia. Ella no necesariamente tenía que ver con el tema, pero fue una grata visitante, para alegrarnos el día.
Durante la entrevista (que le invitamos a ver completa en este video) lo primero que Del Valle resaltó fue la importancia de nunca (¡NUNCA!) esconder nuestras emociones ante la pérdida de una mascota. “Tragarnos” ese dolor podría ser contraproducente.
Hablar de lo que nos pasa por la mente, expresar el cómo nos sentimos y mencionar lo que planeamos hacer para salir adelante, son excelentes “antídotos” contra esa melancolía.
Según él, el duelo cursa por varias etapas y todas hay que vivirlas para cerrar las heridas. Eso sí, el ritmo de cada persona es diferente y eso debe respetarse.
Ahora bien, si pasan los días, las semanas o incluso los meses y vemos que no logramos sentirnos mejor y además notamos que esta situación afecta nuestro desempeño, entonces lo más conveniente será buscar ayuda profesional.
Con los niños, la muerte de una mascota, de igual manera debe enfrentarse con la verdad.
“Mentirles de que Fendy se fue a otra casa, no es lo correcto. Ellos tienen que saber lo que está pasando, la muerte es algo natural. Además, están en todo su derecho de enterrar a su perrito (su cuerpo o cenizas); eso aunque los adultos lo veamos como algo feo o doloroso, más bien es necesario para poner un punto final”, recalcó el psicólogo.
Otro consejo vital que dio fue el no “suplantar” al animalito fallecido porque cada mascota tendrá “su propia personalidad”. Pretender que sea igual al otro podría ser muy frustrante para los dueños y tampoco es justo para la nueva mascota.
Si se quiere comprar o adquirir otra, que sea una decisión muy bien pensada, como siempre debería ocurrir.