Desde que mi hija nació mi esposa y yo nos volvimos expertos en películas animadas. De niño me gustaban mucho, incluso tomando en cuenta que la calidad de las actuales es mucho muy superior a las que yo veía allá por los setentas, tanto en estética como en trama. Hoy en día, cada vez que se acerca la entrega de los Premios Oscar, estamos seguros de haber visto todas las nominadas a la categoría de animación. Del resto de categorías, hemos visto una o dos.
Buscando a Nemo fue una película impresionante. Fue un atrevimiento. Contar la historia de un padre que pudo valérselas sin la presencia de la madre del pequeño, conmovió tanto a los que contamos con un buen padre como a los que desafortunadamente no pueden decir lo mismo. Esta película es "paternal", en el sentido que acabo de proponer. Si desean conocer qué opino yo sobre la importancia del padre, pueden accesar aquí algo que escribí hace poquito.

Las expectativas me volvieron a jugar una mala pasada. La segunda parte, Buscando a Dory, al menos en mi cabeza, iba, sino a superar, al menos a emular a su antecesora. No sucedió esto. La película es entretenida, quizás demasiado larga para lo poco que están contando, pero entretenida. Me dormí algunos minuticos, no por la película, sino por que uno luego de los cuarentas suele dormirse en los lugares y los momentos más peculiares. En mi defensa diré que la vimos el Día del Padre, así que creo que tenía derecho de dormirme cuántas veces quisiera. Y la ventaja de portar lentes 3D creó el escenario perfecto. Ponerse viejillo es vacilón. Ya lo verán...
Les decía que, expectativas aparte, un par de ideas cruzaron por mi mente al verla y decidí compartirlas con ustedes. Aclaro que no pretendo llevar a cabo un análisis de la película, ya que no poseo el conocimiento adecuado. Voy a utilizar a Dory como un pre-texto con el cual presentar algunas de las reflexiones generadas, en los momentos en los que sí estuve despierto.
La película es enternecedora, de eso no hay duda. Dory es una muy sofisticada metáfora de alguien que es consciente de alguna condición, mental y/o comportamental, la cual le dificulta interactuar del modo usual. Ella, desde pequeñita, recibe de sus padres el reforzamiento (utilizando terminología de mis colegas conductistas) gracias al cual ayudarle a entender por qué, en el futuro, algunos peces se sorprenderán al observar su peculiaridad (en el caso de la pecesita, la pérdida de memoria de corto plazo, condición que realmente existe, tanto en niños como en adultos). Recordé los momentos -a inicios de este siglo- en que yo trabajaba como acompañante terapéutico, compartiendo con familias que contaban con algún niñito con autismo o algún joven con esquizofrenia. La presión que esos padres sentían era palpable, incluso en mi caso, estudiante avanzado de psicología sin ningún proyecto de convertirme en padre. A todas esas familias, mi admiración y cariño. Su modo de criar fue toda una escuela, tanto o más que lo que en esos momentos aprendía en la facultad.
Entonces, Dory sabe que le sucede algo y los padres saben que es probable que le continúe sucediendo. Es gracias a esto que los papás (peces "cirujanos" o "paletas de pintor", los cuales habitan por lo general en arrecifes) deciden enfrentar a su pequeña con esta peculiaridad. Aquí podríamos proponer una primera parada: ¿es lo mismo una condición que una enfermedad? No, ¿verdad? Cuando yo confieso que mi condición es delicada no estoy asegurando que dicho estado me acompañará de aquí en adelante. Una condición lo es en la medida que se circunscribe a un espacio-tiempo particular. Con las enfermedades sucede algo, en apariencia diferente. Las enfermedades buscan ser superadas, curadas. Traigo esto a colación ya que el tipo de terminologías utilizado por los profesionales en salud, generará irremediablemente un efecto emocional en la persona que tienen de frente.
A mí me parece increíble que algunas personas, a esta altura del siglo XXI, aún no reconozcan la importancia de un hallazgo científico que cambió la visión practicamente de todo lo concerniente a lo humano. La llamada neuroplasticidad o plasticidad cerebral. Dicho de un modo bastante simplista, nuestro cerebro cuenta con la capacidad de autoregenerarse, de autoinventarse. Funciones que un cerebro ejecutaba utilizando áreas específicas de su corteza, luego de un accidente, son ejecutadas por partes del cerebro que no están diseñadas para llevarlas a cabo. Cientos de documentales pululan en la red al respecto. Aquí les quiero compartir uno pequeñito, el cual pueden relacionar, de algún modo, con la historia de la película: enlace.
¿Estoy yo diciendo que una condición similar a la de Dory puede causar un efecto menor e incluso desaparecer? En efecto. El cerebro es este órgano tremendamente sofisticado, el mayor enigma para el hombre de hecho, el cuál irónicamente intenta resolver enigmas utilizando su cerebro. En la película, y espero que no me consideren un "spoiler", Dory mejora. Quizás aquí se cumple el edicto que plantea que el primer paso para resolver un problema es reconocerlo. Claro está, debemos incluir a los padres de Dory, amorosos y pacientes. Padres que pudieron no desesperar, alimentados por la esperanza en su hija.

Hablando de padres y/o figuras fundamentales en la vida de alguien, sea que tengás 2, 20 ó 200 años, la película presenta una escena en la que Marlin, el padre de Nemo, le dice algo a Dory. Es probable que él no pensase a la hora de decir lo que dijo, situación usual en la vida humana. El punto es que, queriendo decir eso o no, causa un efecto en la pecesita. Si los padres supieran lo que logran con sus palabras, pensarían mucho mejor antes de abrir la bocota. Y es que por la boca muere el pez. He aquí una enseñanza de las filosofías orientales, la cual hemos intentado inculcar a nuestra hija, todas las noches: debemos cuidar lo que decimos, lo que pensamos y lo que sentimos.
Podría seguir escribiendo, pero estoy seguro que cuando la vean -ya que deberían verla, no tanto por su alta calidad tecnológica, como sí por las lecciones de paternidad que nos recuerdan- extraerán ustedes valiosas enseñanzas. Yo me llevé varias. Quizás, la más importante: la paciencia es una virtud y si sos padre o madre, una virtud y una necesidad. Los dejo. Estamos de fiesta en mi casa. Mi pecesita cumple años esta semana...
J. Allan Fernández: (506) 8663-5885 / Página profesional: https://www.facebook.com/psicologoallanfernandez