EscucharAlgunos viajes se quedan en la memoria más que otros: por la belleza del lugar, la comida extraordinaria o esas anécdotas imborrables que, aunque al principio generan susto, luego se transforman en risas.
Fue en junio de 2022 cuando visité por primera vez Bolonia, la hermosa capital de la región de Emilia-Romaña, en Italia.
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Llegamos en tren desde el aeropuerto de Bolonia y luego caminamos unos 20 minutos hasta nuestro hospedaje, justo donde comienza el casco histórico de la ciudad.
En ese viaje me acompañaban mi esposa, mi mamá y un primo. Todos con la ilusión de descubrir el norte de Italia, un país simplemente encantador.
Lo que hasta ahora no había contado es una anécdota curiosa que nos ocurrió.
Luego de dejar los salveques en el alojamiento, caminamos hacia la Piazza Maggiore, en el corazón de Bolonia.
Yo asumí el rol de guía, apoyado por Google Maps. Mientras caminábamos, disfrutábamos de una conversación amena, como solo sucede en familia.
No estábamos muy lejos cuando les dije: “Es por aquí”. Pasamos por una especie de puerta ancha abierta, llegamos a un amplio patio y, cuando íbamos por la mitad, nos dimos cuenta de que, en realidad, estábamos dentro de una propiedad privada, rodeados de apartamentos.
Al darnos media vuelta para salir, descubrimos que las puertas ya estaban cerradas. Posiblemente alguien salió y, al hacerlo, activó el cierre automático con un control. Justo en ese instante, nosotros habíamos entrado.
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¡De un momento a otro estábamos atrapados dentro de una propiedad privada, sin poder salir!
¿Y ahora qué hacemos? Por suerte, no tuvimos que esperar mucho tiempo: uno de los vecinos nos abrió la puerta.
No creo que estuviera muy contento con estos turistas tan distraídos.
En fin, Bolonia es una ciudad bellísima que vale la pena visitar, sobre todo si tiene planes de viajar a Florencia. Además, desde ahí fuimos a un país dentro de Italia: San Marino.
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¿Cuáles anécdotas le han sucedido en los viajes? Cuénteme, al correo electrónico jvillegas@nacion.com.
