Torneados cuerpos embutidos en coloridas y pequeñas licras; coreografías de lamentable torpeza; reggaetón de mala calaña mezclado a todo volumen por un DJ, y animación tan estridente como intrascendente. Una década ha pasado y nosotros, como televidentes, estamos atascados y sin ganas de movernos.
Acá todo el mérito es de Repretel: la televisora de La Uruca le tiene bien medido el “gusto” a los ticos y por eso no se desgasta inventando, sino que cíclicamente vuelve a la misma receta y por eso, si en el 2001 A todo dar era el programa más visto del país, hoy dicho privilegio es del tan criticado como amado Combate.
Para bien o para mal, el estreno del programa de concursos del canal 11 es lo más relevante que sucedió en la televisión costarricense en el año que justo terminó ayer. Como una década atrás, Repretel se valió otra vez de recursos sencillos para echarse a la bolsa el rating, con una propuesta que si bien la teoría diría que está dirigida a un segmento “popular” (eufemismo para señalar a la clase baja), lo cierto es que se ve en todos los estratos sociales (hay reportes de que en el Reinado Autónomo de Lindora la sintonía es de los patrones y no de las uniformadas servidoras domésticas).
De la noche a la mañana, una tropa de instructores de gimnasio y modelos “tipo Guácima” se volvió en asediadas celebridades. Los “chicos y chicas” de Combate son justo lo que el televidente promedio de este país quiere ver: gente linda que aún haciendo feo se ve linda (¿o rica?), y cuyos pensamientos a nadie le interesan, siempre y cuando le tire besos a la cámara y muestre, sin empacho, la tallazón de sus nalgas o los cuadritos abdominales que tanta envidia provocan en intelectuales como Jacques Sagot o en pasados de peso como yo.
Combate podrá tener muchos aspectos negativos –al menos desde la óptica de quienes nos la tiramos de ser televidentes premium– pero hay algo que siempre le he rescatado, y es que se trata de un programa buena nota, inofensivo, liviano, que no jode a nadie... muy en contraposición de su hermanastro Intrusos de la farándula.
De los Intrusos no puedo hablar mucho pues desde que los degradaron a un horario de caricaturas vespertinas, pues salieron del radar (al menos del mío... y espero que del suyo también). Además, la última vez que me referí en esta columna a dicho programa conseguí un avance desmesurado en el polómetro, gracias a los más de cinco valiosos minutos al aire que desperdiciaron con una perorata en mi contra.
Cruzando de acera, en Teletica, asustados por las pálidas cifras de audiencia que Telenoticias obtiene en las noches frente a Combate, idearon una oferta infalible para atraer espectadores. Ahora es cuestión de que todos los días se consigan una entrevista de una hora con un expresidente autoexiliado y listo.
Aún así, las lágrimas de tamal de José María Figueres apenas le ganaron al rating de los tallados combatientes del 11. Talvez eso explica que en La Sabana dieran pronto por agotada la temporada Chema, privándonos de ver al único polí-tico al que Alcatel sí le pagó una asesoría y no una dádiva (‘ate vos‘) revelando “el secreto de su tamal” en Buen Día; o bien bailando boogie en la tarima de El Chinamo, a lado del Porcionzón.
Otro notición –y de los buenos– en el 2011 fue la entrada en funcionamiento, al fin, del Canal 9. Mi deseo para el 2012 es que Cabletica siga el buen proceder de las demás cableras y le abra campo, de una vez por todas, en su paquete básico a la nueva televisora nacional a la que todos sus clientes tenemos derecho de ver.
¿Y lo inaudito? Que TV Mejenga y Alejandro Rueda sigan al aire.