Para don Hugo, cada pago de quincena significaba una fiesta, un desahogo, el motivo por el cual trabajar y hasta vivir. Con el salario en mano, después de muchos días de abstinencia forzada -debido a la falta de dinero- ya podía dar rienda suelta a su pasión: el juego.
La emoción que le producía ver rodar los dados sobre la pana verde durante toda la noche, valía las lágrimas de su esposa a la mañana siguiente, cuando el sustento de la familia se había esfumado.
Contrario a lo que muchos piensan, don Hugo no era un vicioso, ni un falto de voluntad ni mucho menos un inmoral. Era, sencillamente, un enfermo.
Tenía una dependencia excesiva, una adicción al juego. Otras personas sucumben ante las sustancias químicas, la adrenalina, el gasto de dinero, el sexo, el trabajo, las relaciones nocivas o a la imagen, por ejemplo.
Todas ellas, según explica Priscillla Spano, licenciada psicoorientóloga especializada en la prevención e interrupción de adicciones, son una enfermedad normal, igual que la gripe causada por el aire acondicionado de su oficina o bien, al asma que padece su hijo.
Se les llama dependencias excesivas y su función es controlar o "tapar" un dolor interior. Esta dolencia motiva a los adictos a caer en un comportamiento incontrolable hacia una persona, objeto, evento o circunstancia, la cual, finalmente, hace del hábito una experiencia negativa.
Contraria a la dependencia saludable, la cual solo exige elementos necesarios para la supervivencia (como la comida), la dependencia excesiva hace que el enfermo no se sienta a gusto con lo que tiene.
"El dependiente, por más que obtenga lo que desea, no va a quedar satisfecho con lo que consiguió. Siempre va a seguir su círculo vicioso", comenta Spano, coordinadora, además, del Centro Paso a Paso.
Sus orígenes
La dependencia excesiva se adquiere en un proceso gradual. Este se inicia con momentos de diversión, los cuales, poco a poco, van tornándose incómodos hasta el punto de causar situaciones de conflicto. En la mayoría de los casos, las situaciones problemáticas son toleradas como una forma de consentimiento hacia la adicción. Durante este proceso se dan fases de intranquilidad y de negación de la enfermedad.
Además, Spano agrega que cada uno sus pacientes tiene una predisposición genealógica a las adicciones. Esto quiere decir que alguno de sus familiares, en algún momento de su vida, abusó de determinada droga o de alguna situación determinada. Por esto, en el círculo de las adicciones se habla de que los involucrados pertenecen a un modelo hereditario.
Debido a que los casos de adicción son bastante delicados, la psicoorientóloga afirma que en primera instancia cada adicto debe ser valorado por un especialista, para después seguir con un tratamiento que comprende la abstinencia y un tratamiento psicológico donde se le explique su situación.
Una vez tratada la raíz del problema, se inicia un "ataque" a la enfermedad en sí, en donde la ayuda no solo se dirige al enfermo, sino también a su familia.
"Durante al proceso de recuperación es primordial que toda la familia se involucre en la mejoría de su pariente. Además, la educación y el apoyo de un grupo no pueden faltarle a quien desee superarse", advierte la especialista.
Spano advierte: "en las adicciones no se habla de procesos de recuperación final. Los dependientes aprenden a vivir un día a la vez. Esto los ayuda a cambiar su forma de vida".
Cada día más frecuentes
Según Ana María Odio, psicóloga del Instituto de Alcoholismo y Fármacodependencia (IAFA), las dependencias excesivas son un trastorno psicológico y emocional, nacido de una carencia que acarrea la persona desde su niñez, la cual, conforme pasa el tiempo, es enfocada en diferentes formas como el sexo, el juego, las drogas y otras.
Precisamente, estas carencias y las presiones sociales que se viven hoy día (como el culto al cuerpo, la compra excesiva y otros estereotipos de moda) son el detonante para que en la actualidad se sufran muchos más casos de dependencias que en décadas pasadas, cuando las sociedades no eran presa del vertiginoso ritmo de vida actual y de la tecnología de punta.
A pesar de esto, Yanuba Sánchez, doctora especialista en adicciones del IAFA, comenta que las dependencias excesivas no están tipificadas como enfermedades comunes en los hospitales nacionales. "Este tipo de casos se diagnostican como compulsiones o trastornos de personalidad, los cuales son tratados en los departamentos de psiquiatría de los hospitales. Aquí, los ven desde un punto de vista puramente psiquiátrico, dejando de lado el problema de la adicción en sí", concluye Sánchez.
Mal progresivo
Las consecuencias de no tratar a tiempo una adicción pueden ser devastadoras. Según Spano, cuando no se interviene, la enfermedad puede acarrear otros males tan graves como los desórdenes mentales, depresiones mayores, tendencias suicidas y hasta la muerte.
Ante esto, ella resalta que una de las pocas ventajas que presentan las dependencias excesivas es que no se adquieren de un día para otro, lo que permite una intervención médico-psicológica oportuna.
Por otra parte, para evitar su desarrollo, los profesionales recomiendan cursos de educación para la sociedad en general, pero, muy especialmente, dirigidos a la niñez.
Es mejor prevenir, pero si se llega a desarrollar una dependencia debe saber que se puede curar, don Hugo es ejemplo fiel.
Pida ayuda ¡atrévase!
Aquí le pueden ayudar con su dependencia:
Centro Paso a Paso (atención individual, para familias y parejas). Tel. 280-1321, 253-8865, de 9 a. m. a 12. y 283-5905, 253-8865, de 1 p. m a 5 p. m.
Hogares Crea (para adictos a las drogas). Tel. 232-8639.
Alcohólicos Anónimos. Tels. 222-5224, 227-2879, 360-5045.
IAFA. 224-6122.