Madrid, 7 feb (EFE).- La ciudadana argentina Graciela Daleo, que estuvo detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la dictadura militar en su país (1976-1983), dijo hoy que cuando la música sonaba alto "sabíamos que se estaba torturando".
Daleo declaró hoy como testigo en el juicio que se sigue en la audiencia Nacional española al ex militar argentino Adolfo Scilingo por delitos de genocidio, terrorismo y torturas, y por los que las acusaciones piden para él 6.626 años de cárcel.
La testigo relató ante el tribunal las torturas a las que fue sometida entre 1977 y 1978 durante su permanencia en la ESMA, lugar en el que estuvo destinado en 1977 Scilingo, y presentó planos y fotos de ese centro clandestino de detención.
Según Daleo, que en ningún momento citó a Scilingo en su extensa declaración, durante las sesiones de tortura "repetía el avemaría mientras me picaban".
Además, Daleo relató que durante su secuestro estuvo en un sector del tercer piso de la ESMA llamado "capucha" -una buhardilla donde todos los prisioneros tenían los ojos tapados- donde le asignaron el número 008 y donde permanecían "con grilletes en las piernas, encapuchados, tirados y con esposas en las manos".
Aún así, Daleo fue una de las "seleccionadas" para el "proceso de recuperación" que, según recordó, podían ser llevados a ver a sus familias y se les suministraba una alimentación de más calidad.
Recordó que como sabía escribir a máquina la utilizaron primero para pasar un trabajo de un militar para que pudiera superar un examen y para confeccionar pasquines de propaganda encubierta, en el marco del denominado "Informe cero".
La testigo comentó que los suboficiales no paraban de decir: "nosotros somos los dueños de la vida y de la muerte".
A su juicio, lo que pretendían los militares era romper cualquier gesto de solidaridad con los prisioneros y por eso les propinaban palizas.
La testigo expuso ante la Sala unos planos de la ESMA y de forma pormenorizada explicó para qué se destinaba cada dependencia.
Dijo que en el sótano se encontraba la sala de tortura número 13, la más grande, y otras más pequeñas; en el primer piso los camarotes de los oficiales; en el segundo, una especie de entrada muy grande, en la que, según le contaron, se proyectaron películas y se celebró una misa de Navidad.
A este lugar se refería Daleo al decir que cuando el "tocadiscos sonaba muy fuerte sabíamos que se estaba torturando en la sala de tortura número 13".
En el tercero piso, añadió, con forma de ce, estaba la "capucha" con varios departamentos, dos baños, la enfermería y un cuarto que se destinó para las embarazadas.
La testigo también mostró fotos de las dependencias interiores de la ESMA, aunque actuales, que por tanto reflejan algunos cambios realizados respecto a cuando ella estuvo allí. EFE
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