A final del año, el Concorde se convertirá en una máquina del tiempo: sus pasajeros despegarán de París al llegar el 2000, y al aterrizar en Nueva York se hallarán de vuelta en el 1999.
En Londres, los aviones de la aerolínea Virgin Atlantic serán todo lo contrario de supersónicos. Estarán parados en la explanada, inmóviles al comenzar el nuevo siglo.
Gente que cruza el océano a 2.240 kilómetros por hora en un avión cuyos boletos cuestan $10.000 (unos ¢2.880.000), y aviones gigantes parados y vacíos en tierra: estos serán los dos extremos de la industria aérea cuando llegue la hora de la verdad del problema informático del milenio, ignorándose cómo se comportarán las computadoras en el trance.
Esa incertidumbre es particularmente problemática en el negocio de la aviación, donde todo, desde el radar a los pedidos de combustible, dependen de la electrónica.
En Estados Unidos, las autoridades aéreas federales dicen haber corregido su maquinaria primordial para manejar el cambio. Algunas computadoras anticuadas leían las fechas en un formato de dos dígitos _ 99 por 1999 _, lo que suscitó el temor a un desperfecto al comenzar el nuevo siglo.
Los ordenadores que no han sido modificados podrían interpretar el 00 como 1990 en vez de 2000.
Las principales aerolíneas norteamericanas dicen haber cumplido en 95 por ciento sus propias reparaciones y que habrán terminado para septiembre. En Japón, las tres aerolíneas principales afirman que ya han terminado el grueso de sus modificaciones electrónicas el 30 de junio.
Hasta la fecha, solo la aerolínea británica Virgin Atlantic, la polaca LOT, la vietnamita y una pequeña empresa regional británica han dicho que no volarán en Año Viejo. Virgin dice que no es por temor al problema del milenio, sino para que sus empleados puedan celebrar el singular hito con sus familias.