
San Francisco. AP Lorena Feijoo, osada y enérgica, baila en la costa oeste. Lorna Feijoo, grácil y elegante, danza en la costa este. Pese a sus diferencias artísticas, ambas caracterizan el estilo y preparación del Ballet Nacional de Cuba, que ha alcanzado notoriedad por producir algunos de los bailarines más talentosos y buscados de hoy. Y en el mundo exclusivo del ballet es infrecuente -hasta notable- hallar a dos hermanas como primeras bailarinas en distintas compañías importantes a la vez. Pero Lorena y Lorna Feijoo son fuera de lo común.
Entrenadas por Alicia Alonso, la legendaria directora artística del Ballet Nacional de Cuba, las hermanas son consideradas dos de las mejores bailarinas en una camada abundante de talento cubano. Y al igual que los danzarines rusos como Rudolph Nureyev y Mijail Baryshnikov han definido el ballet desde los años 70, ahora dominan los países de habla española, particularmente Cuba.
Las Feijoo no son las únicas hermanas bailarinas que descuellan en el mundo del ballet. María y Marjorie Tallchief actuaron en los años 40 y 50; Gelsey y Johnna Kirkland, además de Lew, Harold y William Christensen, en los años 70; Daniel y Joseph Duell en los 80, y Otto y Jiri Bubenicek bailan actualmente en la ciudad alemana de Hamburgo.
Lorena, de 35 años, se incorporó al Ballet de San Francisco en 1999 y es considerada una bailarina más apasionada y dramática. Lorna, de 31, entró en el Ballet de Boston en el 2003 y es más lírica y suave.
Pero las dos se resisten a caracterizarse mutuamente y ambas insisten en que no compiten entre sí.
"Mi hermana es mi inspiración", afirma Lorna en una entrevista desde Boston, donde abrió recientemente su temporada con Cenicienta . "No tratamos de hacer las mismas cosas. Me encanta lo que ella hace y a ella le encanta lo mío. Somos realmente distintas y similares a la vez".
Aunque es notable que ambas hermanas hayan llegado a ser bailarinas consumadas, no es de sorprender que se vieran atraídas al baile. Su madre, Lupe Calzadilla, bailó en el plantel del Ballet Nacional, mientras la encargada del vestuario cuidaba a sus hijitas entre bambalinas. Su padre, José Lorenzo Feijoo, es actor y vive en México.
Lorena cree que lleva el baile en la sangre. "Es como si lo tuviese en la piel", dice durante una pausa en una sala de ensayos en San Francisco. Es diminuta, mucho más pequeña que lo que aparece en escena, con grandes ojos oscuros. "Nuestro país era una mezcla de españoles con el baile flamenco y después trajeron a los esclavos africanos. Somos producto de la mezcla de dos grandes culturas que aman la música y el baile".
Las dos acreditan su nivel mundial a su preparación en La Habana. Lorena dice que desde los dos años sabía que quería bailar, y a los 9 entró en la escuela del Ballet Nacional. Su madre intentó interesar a la menor en la danza moderna, temerosa de poner a las dos niñas en competencia directa. Pero Lorna no quiso. Se coló en una audición de prueba a los 10 años y pronto fue aceptada en la escuela nacional.
Bajo la tutela de Alonso, ambas recibieron una mezcla de enseñanzas rusas, francesas, estadounidenses y cubanas. Y aprendieron más que pasos de danza: tomaron lecciones de piano, francés, coreografía, pintura y bailes folclóricos.