Cada año, el país les regala una noche única a artistas, promotores culturales, científicos, escritores y otros personajes que se destacaron por su trabajo del año anterior. Junto a quienes destacaron por un trabajo puntual –a juicio de distintos jurados–, destaca el que obtuvo el Premio Magón por toda una vida dedicada al quehacer artístico: Ólger Villegas Cruz, fantástico maestro escultor.
Es una noche en que desvelos, penurias económicas, incomprensión y sacrificios son recompensados porque Costa Rica, desde su presidente hasta familiares y amigos, se vuelca en aplausos y honores para los premiados. Es un gran reconocimiento simbólico, que acompaña los aportes monetarios que concede cada galardón.
Sin embargo, este año, esa tradición fue deslucida, el martes, por la ausencia de la presidenta de la República y los ministros de Cultura y de Ciencia y Tecnología. Aquellas ausencias envían una mala señal al medio cultural y científico. ¿Cómo es que las autoridades no pudieron cuadrar sus agendas para reconocer, una sola noche, a quienes sirven de ejemplo para nuevas y viejas generaciones?
Claro, Laura Chinchilla, presidenta de la República, y Alejandro Cruz, ministro de Ciencia y Tecnología, se encontraban de gira en Estados Unidos para atraer inversionistas, mientras Manuel Obregón e Iván Rodríguez, ministro y viceministro de Cultura, estaban en visita oficial a Corea del Sur.
Todos tienen una excusa, pero nada justifica que los representantes del Estado costarricense, que es el que premia, no estuvieran allí.
De forma correcta, asistieron quienes de forma interina ejercen tales cargos, pero no es lo mismo. Faltó el espaldarazo de los “meros meros”; se le restó peso simbólico a una bonita y ordenada ceremonia de gala.
Quizá hubo imposibilidad de poner de acuerdo a tanta gente, mala planificación u otros problemas; eso sé que pasa. Lo que no puede pasar es que nos quedemos con la percepción de que a la actividad no se le dio la importancia que merece.
Sé que los premios nacionales requieren cambios; sin embargo, no debería cambiar la trascendencia de la ceremonia y, más bien, cada vez debería ser más el destaque que reciba.
Dicho esto, desde acá, mi felicitación y respetos para don Ólger –¡felicidades, maestro!–, así como un saludo para todos los premiados.