Profesor de canto, investigador de la música aborigen, gestor del festival de música barroca de Santa Ana. Ese es Jorge Luis Acevedo Vargas, quien también mete las manos en la tierra para sembrar árboles frutales.
Sus 61 años los ha pasado en Santa Ana. Donde vendió empanadas y sembró cebollas, cuando era niño, para llevar dinero a su casa.
Ahora, convertido en toda una autoridad de la música clásica y tradicional, guarda una serie de reconocimientos.
El más reciente es el Premio Aportes para el Mejoramiento de la Calidad de Vida, en la categoría de Persona Física, que le entregó, el miércoles 27 de octubre, la Defensoría de los Habitantes.
Sentado en una pequeña terraza de su casa, en minutos, empezó a reconstruir su inquieta vida.
“Yo le debo mucho a mi madre –Eneida Vargas–. Ella siempre me impulsó a estudiar y apoyó mi gusto por la música”, dijo.
Cuando acabó la escuela, en Santa Ana, entró al Colegio Vocacional de Desamparados.
Entre sonrisas, recordó que escogió las clases de ebanistería porque “no había de otra”.
La buena parte de la historia es que con esos cursos pudo reconstruir un viejo piano que, con un gran sacrificio, le regaló su madre en esos años del colegio.
“Tenía dotes para el canto. Mis profesores de música de la escuela y del colegio siempre me apoyaron”, dijo Acevedo, quien estudió canto en el Conservatorio Nacional de Música –actual Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica–.
De ahí en adelante, viene un currículo de 17 páginas que una vez escribió a máquina para no olvidar ni una sola fecha.
En la Escuela de Artes Musicales, por ejemplo, pasó del salón del profesores, a la oficina del director del centro. Y ha ganado una serie de premios, aparte de sus participaciones, como barítono, en varias óperas (ver recuadro).
De Guanacaste a Talamanca
Un área a la cual se ha entregado, por completo, es a la investigación de la música tradicional.
Por Guanacaste y las montañas de Talamanca, entre otras regiones, ha ido en busca de la música, bailes e instrumentos aborígenes.
Su viaje, de vuelta a los orígenes, lo empezó de la mano de la antropóloga María Eugenia Bozzoli (Premio Magón 2001).
“A ella le agradezco, su paciencia y enseñanzas, para realizar estas investigaciones”, dijo, mientras su esposa, Ana Isabel Porras, seguía sus palabras. “Ella ha sido mi gran apoyo. Tenemos 35 años de casados y nos conocimos cuando ambos éramos profesores de música” , agregó de repente.
La pareja tiene dos hijos, Jorge Martín y Roberto, y un nieto.
Para su familia siempre ha hecho tiempo. Aunque todos saben que en su casa, en Santa Ana, nunca dejará de sonar el teléfono, ni de llegar visitas de estudiantes e investigadores o de “cocinarse ”proyectos culturales.
Su único escape es ir a una montaña cerca de Santa Ana –Pabellón– a cultivar árboles y, aún ahí, ya comenzó un proyecto de reforestación con varios alumnos.
¡Nada de descanso!
Y es que cuando Acevedo firmó su pensión, en 1990, comenzaron nuevos proyectos. “Quería devolverle a mi ciudad algo de lo que me había dado”, explicó.
Hace cinco años, por ejemplo, impulsó el Festival Internacional de Música Barroca de Santa Ana, a partir de una investigación que hizo con el músico Sergio Núñez.
La semana pasada dio a luz la quinta edición de esos conciertos, gratuitos, que tienen su escenario en la iglesia de piedra del lugar.
Él está convencido de que la cultura, en su caso la música, es capaz de mejorar la vida de las diferentes comunidades.
Y no se trata de teorías, sino de hechos comprobados.
Con la misma firmeza con que introdujo la música barroca, planteó la creación de la Escuela Municipal de Artes Integradas.
El proyecto funciona, desde hace cinco años, con un aporte del tres por ciento del presupuesto del ayuntamiento de Santa Ana.
Actualmente, beneficia a unos 650 menores quienes no pagan, un solo colón, por recibir lecciones de música, artes plásticas, teatro, literatura y danza moderna.
“Es necesario democratizar la cultura”, dijo. “Y no solo se trata de llevar a la Orquesta Sinfónica Nacional fuera de San José. Eso es bueno, pero solo vamos a lograr un cambio con programas sistemáticos que potencien el talento en las provincias”, añadió.
Con todos esos sueños y proyectos entre manos, Acevedo se prepara para recorrer, durante un mes, las reservas aborígenes de la zona más alta de Talamanca.