París. Co n quince años de retraso se estrenó en Francia el filme King Lear , del francés Jean-Luc Godard, libre adaptación de la célebre pieza de Shakespeare y protagonizada por grandes nombres de la escena, el cine y la literatura, como Woody Allen, Peter Sellars o Norman Mailer.
La tardanza en descubrir esta película se debe a ciertos malentendidos jurídicos, unidos a la quiebra de la productora Cannon, empresa que intentó alcanzar cierto prestigio por medio de contratos con cineastas reconocidos como Robert Altman, John Cassavetes y Andréi Konchalóvsky.
El contrato de Godard se firmó sobre el mantel de un restaurante de Cannes (sureste de Francia) durante el Festival de Cine de 1985, en el que el realizador presentaba su película Detective .
La única condición de la productora fue que la cinta estuviese lista para la próxima edición de la muestra, lo que Godard cumplió con la presentación de una copia a los periodistas y su proyección en enero de 1987 en Estados Unidos, donde no logró buenas críticas
Las libertades tomadas por el cineasta francés tampoco fueron del agrado de los productores, lo que, unido a la quiebra de Cannon, mantuvo a la película en un armario hasta que la productora Bodega Films adquirió sus derechos.
La película saca a la luz algunos de los problemas surgidos durante el rodaje, como el brusco abandono del escritor Norman Mailer, quien interpretaba el papel protagónico de Don Learo, y el de su hija, quien daba vida a Cordelia, la hija del rey Lear.
También puede escucharse la voz del productor, Menahem Golam, a punto de quebrar, inquieto y protestando por el eventual retraso en la entrega del filme, mientras la pantalla, en negro, se ilustra con un cartel en el que puede leerse "Miedo y odio".
El resto es una más o menos artística y desconcertante cadena de eventos y personajes, en la que el papel de Don Learo es retomado por Burgess Meredith, y el de su hija Cordelia por una excepcional Molly Ringwald.
Asimismo, Godard se convierte en la película en un loco bufón y coloca al prestigioso director de ópera Peter Sellars en el papel de un descendiente de Shakespeare, encargado de rescatar de la hecatombe nuclear de Chernóbil la obra de su ancestro.
En una breve aparición al final del filme, Woody Allen es contratado para montar una cinta que vanamente intenta ordenar y por la que se ve literalmente invadido.
En palabras de Godard, "este cuento retorcido no es una muy buena película, pero tampoco es antipática".