Si se detecta a tiempo, puede curarse fácilmente; si no, es muy probable que evolucione hasta convertirse en cáncer. Se trata de la displasia, una enfermedad que afecta a muchas mujeres y se define como una alteración en el crecimiento de las células presentes en el cuello de la matriz.
Según el ginecólogo Rolando Roldán, la displasia se desarrolla generalmente a partir de infecciones causadas por hongos, bacterias o parásitos.
"El contagio suele ocurrir por promiscuidad, cuando la mujer o su pareja tienen varios compañeros sexuales. Por tal motivo, la principal medida de prevención es evitar ese comportamiento", afirma.
La displasia presenta tres grados: leve, moderado y severo. Mientras se encuentre en una etapa inicial, es posible detener su evolución y eliminarla; pero, cuando avanza hasta el nivel severo, hay un alto riesgo de sufrir cáncer.
"El problema es que la persona puede tener displasia y no notarlo, ya que la enfermedad no produce síntomas. La mejor forma de detectarla a tiempo es el examen de Papanicolau, que debe hacerse al menos una vez al año", advierte el ginecólogo.
El tratamiento también depende de cuán avanzada esté la infección. En primera instancia se puede recetar algún medicamento, pero la displasia moderada debe tratarse con criocirugía: procedimiento que consiste en "quemar" con frío un área de cinco a siete milímetros para eliminar las células alteradas.
Cuando la enfermedad es severa es necesario efectuar una cirugía mayor para eliminar un fragmento del cuello de la matriz o la matriz completa.
Aunque la displasia puede presentarse a cualquier edad, Roldán asegura que la mayoría de los casos se detecta entre los 20 y 25 años, o entre los 40 y 60 años de edad.
"El primer grupo está conformado por mujeres que suelen tener varias parejas y presentan displasia leve o moderada. En el segundo caso, son mujeres que se descuidan cuando están más jóvenes y llegan a consulta cuando tienen la enfermedad muy avanzada; entonces, las consecuencias son mayores", manifiesta.