Vin Diesel parece un actor destinado a tomar el relevo generacional frente a Stallone, Van Damme y otros duros de Hollywood. Así lo vimos en Rápido y furioso (2001) y en XXX (2002). Ahora retoma aires violentos en la cinta Un hombre diferente (2003), dirigida por F. Gary Gray (de quien también se exhibe La estafa maestra).
Ahora Vin Diesel es un agente de la DEA en plena lucha contra el cartel de la droga a lo largo de la larga frontera entre México y Estados Unidos. Por supuesto que la moraleja de la cinta apunta a condenar la producción y el trasiego de drogas en manos de los latinos, y está bien, pero olvida que sin consumidores no hay producción que se sostenga.
Salta la pregunta crítica: ¿cuál es la solución del problema? En todo caso, no crean que Un hombre diferente se entretiene mucho en asuntos éticos o políticos sobre el tema. No, ¡qué va! Al filme le interesa más la acción con todo el desbarajuste del caso: tiros van, tiros vienen, moquetes y el zipizape (esto es: riñas entre más ruidosas, mejor).
Además, el personaje de Vin Diesel, llamado Sean Vetter, es estimulado por la venganza: ¿han de creer ustedes que el cartel de la droga, sin decir agua va y porque le ronca, asesina a la bella esposa del agente Vetter? Por cierto, aunque breve, la actuación de Jacqueline Obradors (como Stacey, la esposa) es más que convincente.
Como nunca falta una pareja policial, a Vin Diesel lo acompaña el actor Larenz Tate, como Demetrio Hicks. No está de más confirmar algo que ustedes pueden suponerse: este par, en un momento dado, debe actuar al margen de la ley, entre México y Colombia, para resultar premiados por las mismiticas autoridades del DEA.
En fin: la película es sensacionalista con su esquema repetido de acción, tiene un guion más débil que una ameba en ayunas, es una caricatura en su retrato de la mafia de la droga, es rígida como la piedra de Aserrí en sus personajes y tiene violencia tan gratuita que supera cualquier baratillo de furor.