Desde los seis años, Gloriana Allan empezó a derrochar energía, disciplina y lucha frente a los espejos del Atelier de Ballet. Hoy, a sus 23 años, esta bailarina agradece que el arte haya sido su cristal para ver y disfrutar la vida.
Más madura y feliz de estar otra vez con su familia, esta joven volvió a Costa Rica a finales del año pasado con un título de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Ella fue becada en esa institución y recibió el reconocimiento de "sobresaliente" al salir de ella.
Aunque varias puertas se abrieron en la isla para que siguiera desarrollando su arte, Allan prefirió volver a su país y compartir lo aprendido.
Delgada, espigada, con movimientos suaves y estilizados y músculos fuertes que se marcan sobre la piel, esta vecina de Sabanilla dará clases en el Atelier de Ballet y espera que, en unos pocos años, una escuela con la técnica cubana muestre sus primeros movimientos en el quehacer cultural del país.
La fama no obsesiona ni emociona a esta artista; sus metas son más simples y la perseverancia siempre la ha acompañado para cumplirlas.
Actualmente, espera que su país le ofrezca (y ella misma se abra) opciones para seguir creciendo. No obstante, sabe muy bien que el ballet no es una prioridad en la vida nacional y siempre ha sido subestimado.
Lo difícil de un buen resultado
Con un brillo muy intenso en sus ojos, los cuales Ðal igual que sus movimientosÐ cuentan más que las propias palabras, Allan recordó que los tres años en Cuba fueron sumamente enriquecedores, pero muy difíciles porque el ballet es una disciplina que exige perfección.
"La gente solo ve el producto final, solo observa a una bailarina preciosa y flaquísima que domina los movimientos sobre el escenario, pero no le ven los pies rotos dentro de las zapatillas, ni los juanetes, ni los meses que sufrió con una lesión", comentó Allan.
En Cuba, la joven logró cosechar sus sueños. Disciplina, prácticas, concentración y mucho trabajo la llevaron a ser una extranjera que tenía buenas calificaciones y triunfaba en un medio de expertos.
Sin embargo, lo que más impresionó a la joven fue la cultura e idiosincrasia del cálido pueblo de la isla.
"En un país que uno cree que está reprimido, descubrí mucha libertad de espíritu, un gran espíritu de lucha para construir los ideales y muchos deseos de valorar lo que se tiene. Por supuesto la situación económica es difícil", añadió.
"Allá alcancé mucho. Crecí como bailarina y como persona. La Gloriana soñadora que se fue, volvió como una Gloriana fuerte y con muchas ansias de seguir luchando. Mi estadía allá me permitió valorar lo que tengo."
Allan se marchó a Cuba en 1994; estudió tres años allá, aunque pocos meses después de haber llegado le ofrecieron hacer sus estudios en menos tiempo, debido al buen rendimiento y desempeño que exhibía. Ella no aceptó.
El año pasado, la bailarina se lo dedicó a su otra vocación: la religiosidad. Católica comprometida, firme creyente en que Dios le regaló esa beca en Cuba, compartió con un grupo de mujeres religiosas de la isla y hasta les enseñó algo de ballet.
"Solo cambiaría el ballet por una vida religiosa", detalló la bailarina.
Un hogar muy cambiado
Cuatro años fuera del país bastaron para que Allan notara un cambio radical en Costa Rica.
"El arte ayuda a los niños a crecer y ver el mundo con una óptica diferente, más sensible, más humana y natural. Cuando yo empecé en el ballet, había muchos padres que llevaban a sus hijos allí. Ahora no, a los padres no les interesa fomentar el arte en sus hijos, prefieren que estén sentados frente a una pantalla", criticó Allan.
Un poco decepcionada, la bailarina lamentó que el consumismo y la falta de valores estén carcomiendo las bases del país.
"Una viene con muchas ganas, con muchos proyectos en mente, pero aquí nos desestimulan. Pero también hay muchas cosas buenas, quiero mucho a Costa Rica y sé que podré hacer cosas muy buenas más adelante", agregó.
Además de dar clases de ballet, la joven retomará sus estudios universitarios en educación especial.
Entre los muchos proyectos que se le aglutinan en la garganta, Allan comentó que desearía promover el arte en los niños con discapacidad, en los ancianos y en las mujeres (amas de casa y profesionales) que siempre desearon bailar y nunca lo han intentado.
Por el momento, la joven espera poder trabajar con algunos de los grupos de danza contemporánea nacionales. "Lo clásico es la base para cualquier otra danza y yo puedo darles un buen aporte", aseveró Allan.