
Siempre hemos defendido la tesis de que el cine es una sintaxis y otra es la literatura. No hay por qué comparar. Sin embargo, la película Soy leyenda (2007), con dirección de Francis Lawrence, es buen ejemplo de cuánto Hollywood puede hacer trizas del texto literario en que dice basarse.
Hablamos, en este caso, con respecto a la conocida novela homónima de Richard Matheson; aunque la versión que ahora nos llega a las salas se basa en el guion del filme Omega Man (1971), de Boris Sagal y con Charlton Heston, versión libre de la novela de Matheson. Hay otra versión de 1964, titulada Last Man on Earth , de Sidney Salkow y con Vincent Price.
Hay algo más grave aún: Soy leyenda , con la actuación totalmente irregular, a veces sí, a veces no, de Will Smith, es película capaz de hacerse trizas a sí misma, de quebrar el suspenso que trae, de no lograr siquiera ser una cinta ortopédica por culpa de las minusvalías de su guion. Así visto, es filme suicida: ¡ni alcanza para plantearse como filme de vampiros!
El argumento del filme se ubica en el año 2012. Para ese año próximo, Robert Neville (actuación mediocre de Will Smith) es el último hombre viviente en la Tierra, aunque no está solo. Los demás, sean hombres o mujeres, se han convertido en bichos raros y peligrosos, por culpa de una epidemia. Por alguna razón, Neville está naturalmente inmunizado y trabaja en encontrar una cura para los humanos que aún sobreviven en comunas, en lugares altos y fríos.
Durante el día, Robert Neville caza a sus enemigos con la ayuda de su perro Sam, pero en la noche debe esconderse porque él es la presa, así hasta que aparece una mujer de corte latino (mal encarnada por Alice Braga), con quien el relato va a tener un punto de giro execrable para llegar a un final distantísimo y distintísimo al de la novela y a los de las otras versiones cinematográficas: el peor de todos.
Si en algo se sostiene esta película es en sus buenos efectos especiales, en su derroche tecnológico y en el buen manejo de lo meramente formal, aquí no hay leyenda alguna: solo efectos visuales. La trama se agota muy pronto para tornarse en relato abúlico, con retrospecciones que no vienen al caso sobre la pasada vida familiar del personaje principal (por demás: retrospecciones cursis).
La película no tiene la capacidad transgresora propia del llamado género fantástico (el “ fantastique ”). En algún momento por ahí se toma el asunto de la existencia o no de algún dios y de la culpabilidad o no de este en lo acontecido a la humanidad. Es algo muy superficial, que el filme bota muy rápido luego de un par de diálogos totalmente insuficientes.
Hay momentos bien logrados, pero más cercanos al cine de acción que al género que le corresponde a esta cinta. En general, la película queda debiendo mucho en contenido y se repite bastante en su envoltorio formal. Aún el cine no encuentra la fórmula para hacerle el justo homenaje a la novela que termina con la frase “soy leyenda”.