Querer que los otros hagan lo que nosotros decimos es un sentimiento natural en los seres humanos. Sin embargo, también es un impulso que debemos aprender a dominar para desarrollar una sana convivencia.
En algunos niños, este aprendizaje no suele ser nada sencillo, pues su necesidad de mando rebasa los límites permitidos y les genera serios trastornos: los adultos los tildan de malcriados y sus compañeritos terminan relegándolos porque con ellos no es divertido jugar.
La psicóloga María Ester Flores sostiene que los padres son los encargados de poner freno a esta situación y de enseñar a los niños que las imposiciones no son adecuadas. Como una guía, la especialista ofrece algunos consejos:
1. Enséñeles a canalizar sus sentimientos de mando mediante juegos, deportes, trabajos manuales y competencias sanas.
2. No ceda a todos los caprichos del niño, menos si él grita y recurre a los insultos.
3. Manténgase firme. Limítese a repetir la palabra "no", sin decir una sola palabra más. Cuando un adulto se justifica mucho ante un niño, demuestra su vulnerabilidad y el menor puede aprovecharse de esta situación.
4. No le ofrezca premios físicos para que deje su conducta de mando. Esa será una nueva manera que él tendrá para manipular. Tampoco lo amenace, pues si usted incumple, el niño sabrá que su palabra no es firme.
5. Explíquele con calma que la vida tiene límites y, nos guste o no, debemos acatarlos. Ayúdese con cuentos, historias y juegos.
6. Nunca se ría del comportamiento "mandón" de su hijo. Eso sería darle la aprobación.
7. Predique con el ejemplo. Pida usted también las cosas con cortesía para que él haga lo mismo con los demás.
La ictericia es una coloración amarillenta que presentan en la piel algunos recién nacidos y es un signo de que la sangre contiene exceso de bilirrubina y su hígado no está suficientemente maduro. Por lo general, esta condición suele desaparecer a los pocos días o semanas del nacimiento del bebé. Sin embargo, en algunos casos, se requiere tratar al pequeño con fototerapia.
Un buen día nuestro bebé toma el lápiz y hace un trazo sobre un papel. A esa primera "obra maestra" se le denomina garabato y suele ocurrir alrededor de los 18 meses. Los primeros garabatos son desordenados; luego, aprende a controlar un poco mejor su trazo y, finalmente, los identifica con un nombre. En esta etapa, el niño descubre una nueva forma de comunicación.