La secuela de Shangai Kid (2000, de Tom Dey) llega ahora a los cines, como era de esperarse tras su éxito comercial, siempre con la pareja de héroes que hace de las suyas entre artes marciales, aventuras, humor y parodia. Ellos son Roy O'Bannon (el actor Owen Wilson) y Chon Wang (el actor Jackie Chan).
Esta nueva aventura viene dirigida por un director desconocido y alemán: David Dobkin, y aquí se exhibe con el título de Shangai Kid en Londres (2003). Como queda bien expresado en ese título, las peripecias de Roy y Chon pasan del viejo y salvaje Oeste al Londres de 1887, aunque todo comienza cuando el padre de Chon, guardián del sello imperial en la Ciudad Prohibida china, es asesinado.
Como el asesino escapa a Londres, Chon se va con su viejo y descarado amigo Roy a la capital inglesa, en búsqueda de venganza y del sello imperial. Lo mismo decide hacer, en China, la hermana de Chon, llamada Lin (la actriz Fann Wong).
Cuando ellos se encuentran en Londres, descubren que tras el asesinato hay todo un complot político que arrastra a ingleses y chinos, amén de que surge un inesperado romance entre Lin y Roy, que Chon quiere evitar porque él ya sabe la clase de compinche mujeriego que tiene: conoce la tusa con que se rasca.
La que no aparece en esta segunda parte de Shangai Kid, lástima, es la bella princesa Pei Pei (¿la recuerdan?, encarnada por la hermosa actriz Lucy Liu). En todo caso, la película pretende poco: a lo sumo entretener con alguna diversión, con muchas patadas y maromas de artes marciales en medio del carácter flemático inglés. O sea: apenas para pasar el rato, con el aporte de un inacabable Jackie Chan.
Ya sabemos que, en el argumento, al personaje de Chan lo apodan John Wayne. Y parece que el histrión oriental se parece a Wayne en algo: es siempre el mismo en sus actuaciones, lo que gusta a unos y a otros no tanto.