Se trata de un triángulo amoroso, que no de un terceto sexual. Se trata de un estudio sobre los sentimientos, que no del sexo. Así es, aunque su historia pase por el difícil registro de la homosexualidad. Estamos ante un filme polémico y español, del director Gerardo Vera, que nos llega con el título de Segunda piel. Es una cinta de 1999, y ahora se exhibe dentro de una Selección de Cine Alternativo.
La trama se agudiza cuando Elena, joven serigrafista con un hijo, descubre que su esposo Alberto, ingeniero aeronáutico, le es infiel. Ella cree que con otra mujer, como se lo hace pensar Alberto. Sin embargo, luego descubre que le es infiel con un hombre, con Diego, traumatólogo en una clínica privada y homosexual sin dobleces.
Cuando el juego de pasiones se descubre, Alberto se hunde en su dilema y en su propia cobardía: él no quiere asumir esa condición que lleva como segunda piel, por lo que se esconde en el matrimonio y en su paternidad como un medio de huir hacia adelante.
El filme es interesante y rehúye la morbosidad como eje de su trama. La homosexualidad aparece como elemento contradictorio, sin que se haga de ella una apología ni se condene tampoco, aunque -es cierto- la película peca por escenas explícitas de amor homosexual que no son tan necesarias ni importantes en el planteamiento del relato. Lo que sí juegan son los sentimientos y las pasiones de los personajes.
En ese punto, son importantes (y valiosas) las actuaciones de los histriones: Ariadna Gil como Elena, la esposa frustrada; Javier Bardem como Diego, tipo que exige un lugar para el amor desde su opción de sexo; finalmente, Jordi Mollá como Alberto, hombre frágil y camaleónico con un mundo interior conflictivo. Además, es valioso soporte el trabajo de la actriz Cecilia Roth como Eva, amiga y conciencia de Diego.
Segunda piel no es una película apta para todo público: exige tolerancia de parte del espectador; pero es un filme sincero sobre sentimientos humanos, algo reiterativo y de un final débil y discutible. Cine alternativo, así funciona.