Un grupo de científicos estadounidenses anunció la aclaración de algunos de los misterios de los cinturones de Van Allen, dos largos anillos constituidos por protones y electrones que rodean la Tierra, un descubrimiento que permitirá proteger mejor a los satélites de peligrosas partículas solares.
Gracias a varias sondas de la NASA, los investigadores pudieron constatar por primera vez que estos cinturones actúan como un gigantesco acelerador que propulsa las partículas emitidas por el Sol a velocidades cercanas a la de la luz y las transforman en proyectiles muy destructivos para los aparatos espaciales.
"Hasta ahora creíamos que los cinturones de Van Allen se debilitaban lentamente y no eran muy dinámicos", explicó Daniel Baker, de la Universidad de Colorado en Boulder, al presentar sus trabajos ante el Congreso de la Unión Geofísica Norteamericana (AGU), reunida en San Francisco (California). "Pero son de hecho aceleradores de partículas potentes y llenos de energía".
Peligrosos anillos
Los cinturones, que llevan el nombre del físico que los descubrió en 1958, James Van Allen, están compuestos por dos gruesos anillos, el primero formado principalmente por protones y el segundo por electrones. Están ubicados, respectivamente, entre 7.500 y 13.000 kilómetros y 19.000 y 41.000 kilómetros de nuestro planeta.
Desde que fueron descubiertos, los científicos estimaban que la meteorología solar y, sobre todo, las explosiones que regularmente rompen la superficie del astro, eran los principales motores de la actividad de las partículas que se agitan en los cinturones de Van Allen.
En mayo de 1998, observando los desórdenes provocados por uno de estos huracanes solares, notaron que estas estructuras multiplicaban considerablemente la potencia de las partículas propulsadas por el Sol.
Este descubrimiento es mucho más que una simple curiosidad científica pues entre las partículas que bombardean la atmósfera terrestre están los famosos "electrones asesinos", muy peligrosos para los aparatos espaciales.
"Esto incluye a muchos satélites que ya están en órbita y a futuros aparatos como la estación espacial internacional, que corren el riesgo de resultar seriamente dañados en el plano electrónico por estos electrones que se desplazan a la velocidad de la luz", estimó Daniel Baker.
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