Susana Madera
Quito, 30 abr (EFE).- La bailaora española Sara Baras vuelve hoy a mezclar a fuego lento sus "Sabores", un espectáculo de distintas sensaciones flamencas que ya el sábado puso en pie a los casi 800 espectadores reunidos en el Teatro Sucre, de la capital ecuatoriana.
El espectáculo, que Baras dedica a Concha, su madre y primera maestra de baile, dura noventa minutos y ha recorrido diversos países, entre ellos Argentina y Chile, antes de llegar a Quito, donde se presentó sábado y domingo.
Cerradas ovaciones hicieron innecesarias las palabras de Baras, que abrió y cerró la función del sábado sin un solo comentario para dejar que "Sabores", estrenado en París en diciembre pasado y que cierra una trilogía iniciada con "Sensaciones" (1998) y "Sueños" (1999), fuera asimilado por un público extasiado.
El espectáculo comenzó con la presentación de una solitaria silla con un sombrero, a la que posteriormente se sumaron trece bailarines y dos guitarristas.
El escenario poco a poco se fue llenando de vestidos y cajas en medio de conversaciones entre los bailarines que dejaban entrever lo que ocurre tras bambalinas al momento de preparar un espectáculo.
De pronto el taconeo anunció el comienzo de "Bolero", interpretado por el Ballet Flamenco Sara Baras, con cinco bailaoras y cuatro bailaores acompañados de dos voces, guitarras, un violín y un abanico sonoro de percusiones diversas.
Tras la interpretación de "Tango", la bailaora compartió el tablao con José Serrano y Luis Ortega en "A fuego lento", en un escenario negro absoluto en el que los artistas prácticamente flotaban con un cadencioso y rítmico baile vestidos con trajes en colores que degradaban del gris al negro.
El público rompía en aplausos al término de cada baile. Los trajes, de líneas sencillas y colores discretos predominantemente oscuros, también contribuyeron a crear magia en el escenario.
Repentinamente, el silencio absoluto que reinaba en el Teatro Sucre, edificado entre 1879 y 1887, se rompió con el sonido de las castañuelas de Luis Ortega, que dio un paseo magistral por el escenario en bailes de inusitada fuerza.
El tablao fue testigo de tangos, seguidillas, zambas, alegrías, tarantos, tanguillos, jaleos y bulerías, que se repetirán hoy en la segunda y última función de una obra sin ningún guión argumental donde se muestran diferentes palos del flamenco y se colorea cada sentimiento.
Sara Baras no solo da forma a los sentimientos con sus manos, el cadencioso movimiento de sus brazos, la elasticidad de su cuerpo y las expresiones de su rostro, sino que también les da sonido con un impresionante taconeo.
En la última interpretación, un solitario reflector iluminaba una rosa roja que Baras levantaba por lo alto y tras ella, los cantantes acompañaban el conjunto con una canción dedicada a la madre de la artista que decía: "Concha fue cuna, sendero, gaviota que dejó sus alas rotas para que pueda volar la rosa".
"Fin de fiesta" unió a los nueve bailarines, a José Serrano, a Luis Ortega y a los seis músicos en el escenario para regalar al público una nueva serie de taconeo, en el que, tímido, también participó uno de los guitarristas.
De pie, el público no dejaba de aplaudir a la bailaora nacida en Cádiz hace 35 años. EFE
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(con fotografía)