A don Rodrigo Madrigal Nieto, quien falleció ayer tras un corto padecimiento en su salud, abogado de profesión, periodista, empresario y diplomático por convicción, le caracterizó, entre muchas virtudes, una de un valor incuestionable: la coherencia y firmeza para defender sus puntos de vista.
Cuestionador insigne de los desaciertos de la política exterior costarricense, independientemente de la bandera política en el poder, Madrigal Nieto fue, ante todo, un costarricense dispuesto a servir a su patria por medio de la convicción, el celo y la inteligencia.
Don Rodrigo, el caballero y diplomático modelo, nació el 14 de marzo de 1924 y estaba casado con doña Miriam Faith, de quien siempre dijo que se trataba de mi “compañera de una vida y factor de unión de la familia”.
Sus funerales se llevarán a cabo hoy en la capilla Don Bosco, a las 12:30 p. m., y sus restos descansarán en el Cementerio General.
El mandatario Óscar Arias dijo ayer que es una “pérdida muy grande para Costa Rica. Recuerdo su paso por el periódico La República –del que fue director– y recuerdo al periodista brillante en la temática nacional e internacional”.
Arias recordó ayer al excanciller como un buen compañero como diputado y, “lo más importante, me honró como canciller entre 1986 y 1990. Su trabajo, sus ideas, su esfuerzo e inteligencia, hicieron posible el plan de paz que alcanzamos para el istmo”.
El exdiplomático dirigió también el desaparecido Diario de Costa Rica y fue presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa.
A sus 82 años, don Rodrigo ocupaba la presidencia de la Fundación para la paz y la democracia, desde 1988, desde cuya trinchera censuró lo que él consideró actos negativos para la diplomacia tica.
Una de sus últimas “jalada de orejas” se la dio al gobierno del mandatario Abel Pacheco, por apoyar la guerra de la administración de George Bush contra Iraq.
Madrigal Nieto compartió sus puntos de vista desde múltiples trincheras, una de las cuales fueron las páginas editoriales de este periódico.
Su pasión por la lectura, por las conversaciones y por una inmensa colección de estampillas de todo el mundo, de la que siempre dijo “algún día voy a ordenar, pero me falta tiempo”, retrata también a este hombre.
La oficina de su casa en Los Yoses, San Pedro, cuyas paredes están adornadas de niños y más niños –sus nietos y bisnietos– también habla de este hombre que esperaba, domingo a domingo, a toda su familia para compartir el almuerzo y las buenas conversaciones.
A Madrigal también lo “tentó” una candidatura presidencial.
“Entre mis cosas más importantes es que nunca he sido un hombre de partido; solo he servido al país”, expresó en su momento el señor de la diplomacia costarricense, cuando le fue otorgado uno de sus múltiples reconocimientos.