Hay tantos prejuicios en torno a la basura que subir hasta Río Azul, el irónico nombre que engloba al botadero municipal de la ciudad, nos limpió la retina de ellos. Imagino que usted allá sentado leyendo se tapa la nariz viéndonos con el escritor Rodrigo Soto en medio de los montículos que suben y bajan sus desechos con las tenazas de las camionetas repletas de bolsas. No se la tape: el olor no es un manotazo agresivo; es como de naranjas fermentadas; muchas, eso sí.
Y los “recuperadores”, antes “buzos”, trabajan bajo un cielo despejado sin zopilotes, mirando el hermoso paisaje de cerros verdes y casas de techos de zinc donde antes había precarios.
La belleza circundante –el universo no se da por vencido jamás–, y la fealdad de nuestra basura le dan la mano a los trabajadores que reciclan nuestros excesos volviéndolos otra vez necesarios.
Río Azul será un parque donde ya van a jugar los niños en alguno de sus páramos o siembran arbolitos a los que aún les cuesta pegar.
¿Quién dijo que botamos lo inservible? Rodrigo descubrió un trofeo y un pantalón en perfecto estado y yo cuadernos con dibujos preciosos de alguna antigua niña que hoy desechó su infancia, y papas crudas, redondas y sanas, dignas de alguna olla hambrienta.
Rodrigo es un artista que no le teme al mal olor de nuestra basura psíquica, emocional, social o histórica. Con ella construye sus historias y sus personajes.
Los egos humanos tratamos de desechar el lado oscuro para mirarnos otra vez al espejo sin espanto, pero escritores como Rodrigo, con el afán de conocernos mejor y descubrir la libertad, alumbran el botadero que queremos dejar atrás .
Desde el Premio Joven Creación en 1982 por Mitomanías , y el Nacional de Cuento por este mismo en el 83, vuelve a ganar este por Floraciones y Desfloraciones en el 2006, tras 25 años de libertad en la palabra.
Dicen los monos éramos felices (1996), finalista en el concurso Casa de las Américas, completa sus libros de cuentos, uno cada diez años, y se unen a sus novelas, La estrategia de la araña (85), Mundicia (92), El nudo (2004) y las cortas reunidas en Figuras en el espejo (2001), de la que forma parte Gina , que le publicó el año pasado la editorial Periférica, en España.
En el botadero hay una comunidad solidaria que comparte el sol calcinante con sus alegrías, esperanzas y necesidades. No fuimos tan intrusos, después de todo.
¿Un basurero para hablar de cultura, Rodrigo?
Pienso que el trabajo de creación de los artistas tiene que ver con la basura, los recuperadores y los recicladores de la basura. Lo que hace un creador es rebuscar en lo que está oculto, traer a la luz aquellas cosas que han sido desechadas, ignoradas, olvidadas por la conveniencia, por lo políticamente correcto, por lo socialmente permitido.
“Entonces, veo un gran paralelo con lo que hacemos los artistas, no solo los escritores, ese reciclaje de la basura emocional, psíquica como individuo, o la basura histórica y la que se puede llamar basura social. Recordarnos a nosotros mismos como personas y miembros de una sociedad que esas cosas están ahí, siguen estando ahí y tenemos que hacer algo con ellas, como el odio, la injusticia, la violencia, pero también el amor en medio de eso.
“No solo que un basurero es una metáfora del trabajo del artista sino también viceversa quizás: el trabajo del artista es una metáfora del basurero. Es que tenemos que tener conciencia de que las cosas no desaparecen en el momento en que las desechamos: las cosas que vivís, los afectos, los dolores, los sentimientos, siguen estando ahí.
El trabajo que estas personas hacen aquí es muy valioso.
Es admirable lo que hace esta gente; sacar valor de lo que todo el mundo desecha. Y por eso tiene mucho que ver con el arte. Por eso encuentro genial la novela de Fernando Contreras, Única mirando al mar , entre otras cosas porque esa novela puede ser interpretada como una especie de metáfora del quehacer del artista.
Hay muchos personajes femeninos en tus libros; ¿de dónde viene ese apasionamiento por penetrar en la psique femenina?
Yo creo que solo a partir de un contacto profundo con mi propio ser femenino, tener el tipo de comunicación que tengo con muchas amigas, familiares, novias, amantes; es un contacto con una parte del ser que me rehúso a llamar mi parte femenina, pero sí puedo decir que es una parte del ser que a las mujeres les es lícito cultivar y a los hombres nos es vedado en términos generales; no existe algo como el ser femenino y el ser masculino, sino que son conductas asignadas socialmente a las mujeres o a los hombres. Y no es que me crié en un ambiente exclusivamente de mujeres, no es mi caso, pero tengo la capacidad de exponerme a los pantalones de una mujer.
Hay una teoría literaria que sostiene que hay escritores que, siendo heterosexuales, escriben desde una voz de mujer interior, o mujeres que lo hacen con una de hombre; a veces coincide con el género y a veces no.
Para serte franco, no sé de esa teoría, pero he oído otra que me gusta mucho: escribir es ir construyendo un interlocutor íntimo. En mi caso es una interlocutora; claramente yo escribo para una interlocutora, y por supuesto, para los interlocutores que me lean. Pero esa interlocutora que imagino es del sexo femenino.
Siendo subjetiva, diría que tu literatura es más de personajes que viven situaciones, que de situaciones o tramas con personajes. En ella subyace una fascinación por el ser humano y su psique.
Digamos que yo conforme he ido escribiendo he ido reflexionando sobre lo que he escrito y me he dado cuenta que el tema central es la libertad y las decisiones que toma uno y que tienen implicaciones para uno y para los demás. Y por eso quizás es esa percepción de que mi literatura es de personajes.
“Tal vez lo que pasa es que a mí me interesan las situacioines en que los personajes están obligados a tomar decisiones que saben tendrán consecuencias para sus vidas. Por eso muchos de mis cuentos son abiertos: llevan al lector o lectora a la situación del personaje y es que la vida humana está hecha de eso; parecen circunstancias cotidianas pero es en ellas que se juega la vida. La libertad y la decisión: ha sido muy progresiva la toma de conciencia de que así se forma mi literatura; no ha sido deliberado.
Hasta hace poco formabas parte de la “nueva generación” de escritores en Costa Rica, pero ya no. ¿Te sentís en la madurez?
Me siento en un momento de mi vida diferente, definitivamente. Hubo un momento, en la década de mis treinta, en que me di cuenta de que la vida no era algo para lo que me estaba preparando en el futuro, porque mi generación pensaba un poco así, prepararse para el futuro; no, la vida era lo que pasaba en ese mismo momento... Creo que llegar a eso es lo que se asimila en la madurez.
El libro de cuentos con el que ganaste el premio nacional es un conjunto que corresponde a distintas épocas.
Sí, son cuentos escritos a lo largo de diez años, son de distintas épocas pero lo que es interesante es como en este lapso hay una serie de temas recurrentes, como los de la libertad y la elección.
Vos mismo llevás una vida muy libre.
Mirá, es difícil responderlo pues todos vivimos inmersos en una sociedad que tiene reglas; no solo una sociedad, sino un universo; por ejemplo, la ley de gravitación no depende de mí. Pero sí depende de mí lo que haga con esas leyes. Es una definición construida pero el arte consiste en jugar con las leyes; lo que se nos pide a nosotros es que recreemos esas leyes y reglas para mostrar que la libertad es posible en alguna medida.
“Al jugar con las leyes mostramos la verdad; el arte consiste en gran medida en materializar un destello de libertad, pero la relación entre esta y las leyes es dialéctica. Entonces, por ejemplo, cuando el Circo del Sol hace las maravillas que hace, hace prodigio con la ley de gravitación universal; de la misma forma un escritor juega con las leyes de la narración para mostrar cómo la libertad en alguna medida humana y por tanto importante, también existe y es nuestra.
¿En cuál género te sentís más cómodo?
No hay uno en el que me sienta más cómodo. Yo trabajo incansablemente muchas cosas; generalmente trabajo dos novelas y si aparece un cuento, lo escribo; si aparece un poema, lo escribo.
“Soy un escritor constante porque escribo mucho pero no sistemático, no me propongo un proyecto y terminarlo. Trato de ser orgánico; lo que viene a mí, una idea, una imagen, por ejemplo, tiene que tener cabida en mí, porque si llegó es por algo, porque uno es el vehículo para expresarlo; esas ideas te escogieron para manifestarse en el mundo; es un poco esotérico de mi parte.
¿La incursión en el mundo editorial español con la novelita Gina ?
Una puerta que se abre, inesperada, en el momento más inesperado ocurre eso. Siento que para mí es algo importante y hermoso, la posibilidad de acceder a nuevos lectores, pero tengo clarísimo que los lectores que me han sostenido como escritor han sido los de mi país, y todo lo que venga además es ganancia. Pero estoy en deuda con los costarricenses y de hecho me reservé la posibilidad de seguir editando aquí donde quiera y como quiera.
“Es un público, aunque sea pequeño, que ha seguido mi trayectoria por 25 años. Pero es una contentera lo de España y espero que le abra las puertas a otros autores. De hecho, escribí en el suplemento Babelia sobre Yolanda Oreamuno y Eunice Odio, y en Periférica se interesaron mucho por publicar a Yolanda. Vamos a ver.
“Por otro lado, es tan difícil esto porque a los ojos de un español somos y seremos una literatura marginal, no hay forma de que sea diferente. Sé que a muchos les produce frustración, pero creo que debemos dejar de esperar legitimación de afuera y legitimarnos a nosotros mismos, y en eso somos mezquinos, en darnos pelota a nosotros mismos; no solo nosotros somos mezquinos; la clase política y la sociedad en general es mezquina.
Y volviendo al basurero, a los desechos, ¿se lanza a los artistas a esa minusvaloración?
Esa mezquindad con que la sociedad costarricense como un todo ha tratado a sus artistas tiene que ver con que, en tanto que artistas, nuestro trabajo es devolver una imagen de la basura, esos desechos que nos negamos a admitir en nuestra vida o en nuestra sociedad; los artistas ensuciamos el mito de la Arcadia o la Suiza centroamericana. En esa medida nos hacen a un lado porque presentamos una imagen insoportable y mejor ningunearla, botarla. Otro ejemplo es la novela Cruz de olvido , de Carlos Cortés; él se metió con el basurero de la historia costarricense y ensució la Suiza centroamericana con cloacas y cadáveres; pero ese es nuestro trabajo, para eso nos pagan, o, mejor dicho, no nos pagan.