Dulce Trópico es el resultado del trabajo realizado por el maestro escocés Mark Sieczkarek durante el Encuentro Centroamericano y del Caribe para el estudio de la composición coreográfica, que organiza la escuela de Danza de la Universidad Nacional, desde 1993.
Mark Sieczkarek es un coreógrafo y bailarín de trayectoria reconocida, quien en los años ochenta bailó con la mítica Pina Bausch y luego inició su carrera como coreógrafo independiente. Actualmente, trabaja con su compañía y cuenta con varios reconocimientos por sus obras montadas en Europa y África. Este creador no es un desconocido en nuestro país, ya que a finales de la década del noventa, en el Festival de las Artes, vimos su obra Easy to love interpretada por los bailarines de la Folkwang Tanzstudio, en el Teatro Nacional. Esta coreografía contó con un inolvidable y bello telón de fondo y trajes realizados con desechos de basura.
Para Dulce Trópico , Sieczkarek también utiliza los recursos de la danza-teatro para hablar de los aspectos que más le llamaron la atención de su reciente visita a Costa Rica y nos devuelve su percepción de algunos detalles de los costarricenses. Es así como, Sieczkarek recreó bellas escenas de movimiento alusivas a nuestra idiosincrasia con 40 intérpretes de la Escuela de Danza de la Universidad Nacional. El coreógrafo manejó con discreción muchos elementos del lenguaje de la danza-teatro como son los trajes, diseñados por Rodolfo Seas, frases minimalistas para crear filigranas de movimiento y la voz del elenco.
Dulce Trópico resultó ser un retrato poético salpicado de imágenes que recuerdan que estas latitudes también están llenas de situaciones amargas como las que se viven en los tugurios. Con mucho ingenio presentó a los bailarines recreando las ventas callejeras o las mejengas de futbol de las barriadas. Lo mismo resultó con el recurso de la botella de plástico que inunda nuestro país. Aquí, el autor la transformó en múltiples imágenes, unas bellas otras desagradables, con el propósito de recordarnos que es una amenaza para la sobrevivencia.
A nivel compositivo fue agradable ver tantas personas en escena sin que perdieran su particularidad. Al contrario, en esta propuesta, el fuerte es la diversidad de rostros y cuerpos cadenciosos. Por otro lado, la composición espacial fue balanceada, ya que durante algo más de una hora se transitaba de escenas grupales a segmentos de tríos, cuartetos o solos, mediante transiciones imperceptibles.
Otro aspecto que vale destacar de esta propuesta fue la capacidad del coreógrafo de desarrollar motivos de movimiento de forma simultánea que daban la sensación de oleajes humanos. También fue interesante la cualidad del movimiento logrado en el trabajo de los brazos de los bailarines.
Lo que le sugerimos al coreógrafo es la incorporación, en la banda musical, de los sonidos producidos por el torrencial aguacero que cayó esa tarde, así el collage musical quedaría más cercano a los sonidos de estas tierras tropicales, donde se pasa de lo romántico a lo violento en pocos segundos.