El pasado 9 de febrero, Rafael Monge e Hilda Nuñez, de Inciensa, en el artículo “Reglamento de sodas escolares: un acierto”, publicado en La Nación, destacaron una serie de informaciones sobre la alimentación de niños y adolescentes, que consideramos de especial interés reflexionar, para enriquecer el debate nacional en torno a este tema.
Según los autores de este artículo, el decreto propuesto por el MEP es un acierto, basándose en la observación que hace el Inciensa de la oferta de productos alimenticios ricos en grasas y azúcares que se da en las sodas escolares.
Dado el abordaje parcial que el artículo mencionado le da al material desarrollado por Inciensa, consideramos importante hacer referencia a otras variables también analizadas en esos estudios, que a nuestro juicio resultaron más representativas y sólidas en sus demostraciones de causalidad, como variables explicativas del problema de obesidad infantil en Costa Rica.
Primero. En dichos estudios de Inciensa no se analizaron las características de la alimentación propia d el comedor escolar, siendo esto último un detalle fundamental, pues estudios de campo más recientes elaborados por la Escuela de Nutrición de la UCR han demostrado que más del 80% de la ingesta en horario escolar se conforma por alimentos preparados en el comedor y en el hogar.
Segundo. Según esos mismos estudios de Inciensa, existe una correlación, debidamente demostrada y cuantificada, entre el uso prolongado del biberón en los primeros años de vida (ausencia de lactancia materna) con una mayor probabilidad de desarrollar sobrepeso en edades avanzadas, por lo que cabe preguntarse: ¿no resulta primordial la educación y la formación de la familia, en torno al fomento de la lactancia materna, los hábitos alimentarios y la actividad física en los primeros años de vida de los niños?
Tercero. Los mismos estudios de Inciensa señalan que el 60% de los chicos llega a la escuela sin desayunar; el 40% no hace ningún tipo de actividad física fuera de horario escolar, y más del 40% pasa hasta 16 horas en ayuno, concluyendo el mismo Inciensa a partir de estos hechos cuantificados que “el ayuno prolongado ha sido descrito, en múltiples estudios, como un importante factor de riesgo para el desarrollo de obesidad y diabetes, pues la absorción de glucosa proveniente de los alimentos se realiza en forma anormal, porque se da una disminución en la acción de la insulina, posterior a un ayuno prolongado, que tras tiempos regulares. A esta situación se le conoce como resistencia insulínica que con el tiempo genera en ‘Diabetes mellitus’ tipo 2”.
Debemos agregar lo que nos han indicado expertos de Educación Física de la UCR: en Costa Rica más de 55.000 niños no tienen educación física. A eso le sumamos que el resto recibe 40 minutos semanales, mientras que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es de al menos 60 minutos diarios para niños y jóvenes entre 5 y 17 años de edad.
Cuarto. Estudios realizados por la Escuela de Nutrición de la UCR revelan que los análisis comparativos entre niños con sobrepeso y los de talla normal, no muestran ninguna diferencia entre los alimentos que ambos grupos ingieren. Las diferencias fundamentales que explican el sobrepeso en los niños se encuentran en las cantidades ingeridas de alimentos y el tiempo dedicado a la actividad física. Por tanto, nos preguntamos: ¿Será, entonces, un asunto de educación o de prohibición?
Quinto. El análisis, aceptación o rechazo del polémico decreto se ha centrado en lo que dicen los titulares de prensa en torno a la prohibición de la “comida chatarra”; no obstante, muy pocos se han percatado de que el decreto aplica una prohibición de consumo para productos fundamentales en la alimentación de un niño en crecimiento, entre ellos una amplia lista de alimentos recomendados por especialistas en nutrición. Cabe también cuestionarse sobre la pertinencia de un modelo educativo nutricional basado en el favorecimiento exclusivo de las líneas light. Los productos altamente reducidos en azúcar, grasas y sodio son excelentes; no obstante, los niños en crecimiento también requieren dichos nutrientes como parte de su sana alimentación, en la justa medida.
De los elementos expuestos vienen los principales cuestionamientos, no al espíritu del decreto, sino a la forma en que ha sido presentado y a su carácter de herramienta única, que lo caracteriza como ineficaz para lograr el objetivo que todos deseamos: la salud de la población, especialmente la escolar.
Queda ausente el abordaje integral, sin el cual el objetivo difícilmente se alcanzará. Quedan ausentes las propuestas para incidir sobre las conductas alimentarias y la actividad física de los niños entre 0 y 5 años; no vemos en el decreto el alineamiento institucional para propiciar campañas educativas sobre estilos de vida saludable, alimentación balanceada y lucha contra el sedentarismo; es fundamental la recuperación de espacios comunales seguros para la actividad física, y sería muy bueno el replanteamiento de los modelos educativos orientados a la promoción de estilos de vida saludable mediante la inclusión de la educación nutricional en diferentes cursos, la educación a padres de familia y docentes, especialmente con niños pequeños.
Debido al abordaje multifactorial que el tema requiere, estamos convencidos de que la clave se encuentra en la educación más que en la prohibición, y que los ambientes alimentarios adecuados dentro del sistema escolar, también reconocidos como importantes dentro del enfoque integral, se pueden alcanzar con múltiples herramientas que cuenten con el apoyo de todos los actores, incluida la industria.
La propuesta regulatoria presenta claras oportunidades de mejora, si pasamos de un enfoque parcial de prohibición a uno de enfoque holístico y positivo que facilite el objetivo: la protección de la salud de escolares y adolescentes.
Mónica Elizondo Andrade. Tecnóloga de Alimentos Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria