El evangelio de este domingo narra la curación de "un sordo que, además, apenas podía hablar", puntualiza San Marcos, el único de los evangelistas que cuenta el milagro. Más abajo y, una vez curado, se dice que "hablaba sin dificultad". Por el término que se emplea en el original, algunos entendidos discuten sobre si era o no del todo mudo. Para los efectos de la narración, da igual. Porque en Jesús, y por este milagro, se cumple lo que profetizó Isaías: "Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará" (35,6).
El gesto de imponer las manos aparece también en otra narración anterior, la de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5,23) con el significado no sólo de imposición sino de increpación, como en el caso de los exorcismos, para darnos a entender el poder de Jesús que, con el gesto y las palabras consiguientes, libera del mal.
¿Y por qué el apartarlo de la gente a un lado? Según los entendidos tendría que ver con el llamado "secreto mesiánico"; o sea, con el cuidado que Jesús mostró para que no lo tomaran como un mero curandero y no lo siguieran sólo por los milagros que hacía, sino por la fe que estos hechos extraordinarios habrían de suscitar en sus seguidores. En este sentido, ha de entenderse lo que en este mismo evangelio se consigna que, curado el sordomudo, Jesús "mandó que no lo dijeran a nadie".
¿Y cuál puede ser el por qué y el significado de meter los dedos en los oídos y el tocar la lengua con la saliva? La respuesta es que los gestos de Jesús tienen un carácter "sacramental"; es decir, realizan lo que significan: la apertura de los oídos y la soltura de la lengua.
Es probable, por otra parte, que Jesús procediera al estilo de los curanderos contemporáneos que se valían de ciertos gestos y palabras para su oficio de sanar. Hay más, y en ese sentido, no faltan escrituristas que afirmen que todo ello quedó como orientación para los cristianos que ejercían el ministerio de las curaciones en la primitiva Iglesia.
Quienes comentan lo de "mirando al cielo" (actitud que aparece en otras ocasiones, como Marcos 6,41; Juan 11,41 y 17,1) explican que no se trata tanto de un gesto de oración cuanto de intimidad con Dios, al que vivía permanentemente unido en su condición de Hijo único.
También lo del "suspiro" tiene su explicación: es la profunda emoción que Jesús siente ante el dolor ajeno, en este caso del sordomudo, y sus limitaciones que, en cierto sentido, padece también Jesús por su condición de hombre.
El término "effá" es arameo y San Marcos lo traduce como "ábrete"; expresión muy común en el Antiguo Testamento, como en Ezequiel 24,27: "Tu boca se abrirá, y hablarás y ya no estarás mudo".
Y el milagro se hace tal como debe ser: inmediatamente y una sanación total, dos cualidades probatorias de autenticidad en un hecho milagroso.
A pesar de la prohibición de no decirlo a nadie, la multitud no hace caso, y proclama a los cuatro vientos no sólo el milagro sino también la afirmación de que Jesús es el Mesías al que, según San Marcos, le aplican las palabras de Isaías: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos".