Jesús, después de su Muerte y Resurrección, se va al Padre, y, al despedirse de sus discípulos, lo primero que hace es invitarlos a que no pierdan la calma, que sigan creyendo en Dios y también en él, el Hijo hecho hombre y, como tal, identificado con el Padre en la obra común de la salvación, objeto de la misma fe en ambos.
Otro motivo de fe y esperanza es que Jesús les va a preparar sitio en la casa del Padre, en la que hay "muchas estancias".
¿Se refiere al cielo? Es lo que comúnmente se interpreta. No obstante, y dado caso de que Jesús, en su condición de Hijo de Dios, nunca lo abandonó y que la "casa" del Padre está allí donde Dios está, y todo el que permanece en Dios esta en su "casa", en el presente contexto las "muchas estancias" de la casa del Padre, según los entendidos, pueden referirse también a los numerosos miembros de la Iglesia en la tierra, en los que igualmente habitará Cristo.
De hecho, la "casa de Dios" es una de las metáforas favoritas de Pablo para designar a la Iglesia (véase, por ejemplo, 1 Corintios 3, 10-12).
Aunque Jesús, al ascender al cielo, se queda en su Iglesia con los discípulos, volverá un día para llevárselos con él y estar juntos para siempre: "Volveré y os llevaré conmigo". Jesús se lo dice ahora para que se sientan tranquilos y confiados.
Para ir al Padre, el camino es su Pasión y Muerte, el sacrificio de su vida (véase Juan 12, 23-32); y ese es también el camino que han de recorrer sus seguidores, porque Jesús es "el Camino, la Verdad y la Vida"; es decir, el medio para ir al Padre y poseerlo, el único medio. Los discípulos no entienden. Después de la glorificación de Jesús y la venida del Espíritu Santo comprenderán lo dicho por su Maestro.
Tanto Tomás, el incrédulo, como Felipe, son la expresión de la ignorancia de los discípulos, a pesar de las explicaciones hechas por Jesús en su trato continuo con ellos, durante su vida pública.
Jesús es quien revela al Padre, por eso puede afirmar: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre". Él está en el Padre y el Padre en él. Consecuentemente, la única "visión" de Dios Padre en este mundo es a través del Hijo, de lo que es, hace y dice.
En varias ocasiones, Jesús ha hablado de sus relaciones con el Padre, en este mismo evangelio de Juan; por ejemplo, 7,16; 8,24; 10,38. Aquí no se hace sino repetir lo mismo, y que se sintetiza en la misteriosa y profunda afirmación: "Yo estoy en el Padre y el Padre en mí".
¿Y eso de que el que cree en Jesús, será capaz de hacer mayores obras que las que él hizo? Es así: mediante la fe, el cristiano se une a Jesús y participa de su poder en la Iglesia en orden a la salvación dentro de un campo mucho más grande en lo geográfico y en lo numérico. Esta es la explicación del "aún mayores", referido a las obras que podrán hacer los discípulos y demás creyentes, una vez que Jesús se haya ido al Padre y descienda sobre ellos el Espíritu Santo.